› Por Marta Núñez
Fue la exitosa exposición (que contó con más de 10 mil visitantes) presentada en el Museo de Textiles y Moda (Fashion and Textile Museum) de Londres la que ha dado tanto que hablar durante el verano londinense. La exposición, que seguirá viajando por el mundo, se adentra en los secretos de la elaboración de esta prenda, en su historia, y en cómo ha llegado a convertirse en una bandera de la identidad mexicana.
A través de la historia, el rebozo mexicano, esa prenda emblemática de México, ha sido atesorado por artistas, revolucionarios, escritores y coleccionistas como uno de los productos originarios capaz de representar a todo un país y a las mujeres que lo habitan. Fue la famosa Frida Kahlo quien lo inmortalizó en sus autorretratos y también en las fotos que la muestran envuelta, casi amarrada a su rebozo morado. La muestra Made in Mexico: the rebozo in art, culture and fashion, un megaevento que contó con más de 10.000 visitantes, explora tanto la historia de la producción textil mexicana cuanto el revival actual del arte del rebozo que se promueve a través de un intercambio entre el Fashion and Textile Museum de Londres y la Universidad Iberoamericana de México. Todo esto con el objetivo de seguir diseñando rebozos para el siglo veintiuno.
Esta vez se conjugaron colecciones del Museo Franz Mayer, del Museo Británico, el Museo Textil de Oaxaca, el Museo Nacional de las Culturas Populares de Coyoacán, la colección de Andrés Blaisten, Fomento Cultural Banamex y una infaltable, la del Museo de Frida Kahlo, aquella tan visitada Casa Azul donde vivieron Frida y Diego Rivera.
“Los rebozos son todos chales, pero no todos los chales son rebozos”, explica la antropóloga Marta Turok, curadora de la sección dedicada a los vestidos mexicanos. “No es un estampado. Hay de 14 a 17 etapas y al menos cinco artesanos con diferentes especialidades en la elaboración del rebozo en telar de pedal. Se trabaja con los hilos, se tiñe, se amarra, se teje, se anudan las puntas para formar el encaje de los bordes.”
A lo largo de sus secciones la muestra exhibió “la parte histórica del rebozo y la parte etnográfica. Un tercer apartado abordó el rebozo y la moda, y en el último se buscó gente que ha usado o se inspira en esta prenda para comunicarnos algo a nivel contemporáneo”, detalló la antropóloga.
Por supuesto, no faltaron fotos y autorretratos de la pintora Frida Kahlo, una de las primeras celebridades de su época que reivindicó la ropa típica mexicana en momentos en que todavía no se valoraba la herencia cultural. Durante la primera mitad del siglo veinte la mujer de clase media mexicana se inspiraba en las modas americanas o europeas; la sociedad había dejado totalmente de lado aquello que aludiera al pasado indígena. Por eso las imágenes de Frida con sus huipiles bordados en lugar de camisas, su pelo trenzado y adornado con flores y el uso de joyas artesanales aún hoy siguen proyectando su intención de ruptura con las convenciones imperantes.
Vale destacar la sección de la muestra dedicada al arte y a la moda contemporánea como aporte de una visión nueva y creativa, en la que pintores, artistas conceptuales, artesanos y diseñadores logran darle una vuelta de tuerca al uso tradicional del rebozo.
Pero sin duda la historia del México profundo estuvo reflejada en los magníficos rebozos originales exhibidos. A la prenda inicial utilizada por los pueblos originarios para envolver y cargar bultos –y en el caso de las mujeres también para cubrirse o cargar a sus bebés– se fueron sumando influencias que añaden la lana, la seda y, más cercano en el tiempo, el rayón. Los colores y los motivos experimentaron mutaciones según las épocas y la zona de elaboración.
Producto derivado del mestizaje, no se tienen referencias de su nombre en lengua hispana hasta el año 1562, y no se sabe a ciencia cierta su etimología. Una explicación posible la da el Diccionario de la Academia Española de 1737: el vocablo así se define porque “cubre el bozo”. Más allá de las palabras, lo cierto es que la prenda alcanzó tal importancia que en el siglo dieciocho se crearon leyes y reglas para su elaboración, tratando de establecer tamaño, clase de hilo y dibujo. Llegaron a existir disposiciones clasistas que prohibían usar rebozos de seda a mujeres que no fueran de ascendencia española, dejando para la China Poblana, es decir la mestiza urbana, el uso del rebozo más sencillo, elaborado solamente con hilos de algodón o de lana.
Se sabe por Van Humboldt que esclavos chinos, malayos y filipinos llegaban en galeones de Manila a México desde mediados del siglo dieciséis para incorporarse al trabajo en los telares. Seguramente aportaron la idea de incorporar la seda y las técnicas apropiadas para trabajarla. Así es como este atuendo multifuncional apto para cubrirse, cargar al bebé, cargar bultos, se va transformando en una prenda de vestir que se produce como prenda básica y sencilla, o de ostentación en sus versiones mestizadas cuando trata de emular el chal francés, el mantón de Manila o la mantilla española.
Hasta se habla de conexiones con el batik del Sudeste asiático, ya que el rebozo utiliza al comienzo la técnica del “jaspe” o “ikat”. Los hilos son anudados antes de ser teñidos, y por eso cuando se los teje en el telar la base es “jaspeada”. A ella se le van agregando otros motivos en diferentes colores según la región y la etnia, relacionados con su elaboración.
Desde un punto de vista antropológico, la significación de la prenda es ancestral: el rebozo acompaña a la mujer desde la cuna hasta la muerte. En las comunidades indígenas se envuelve al recién nacido en el rebozo materno, creando un espacio privado para ese momento íntimo del amamantamiento. Las jóvenes empezarán a usar rebozos para cubrirse o descubrirse los hombros y el escote, ensayando diferentes maneras de cruzarlo, anudarlo y envolverse en él. Es un instrumento de seducción y de recato al mismo tiempo. Se lo usa para llevar la compra de frutas y verduras en el mercado, para abrigarse y abrigar. Finalmente se convierte en mortaja cuando los familiares envuelven a la anciana en su propio rebozo que la protegerá para siempre.
Que quede claro, el rebozo se lleva puesto de mil maneras. Tal vez la más común es sobre los hombros, con uno de los extremos del revés y cruzado sobre el hombro izquierdo. Pero también la iconografía de la Revolución Mexicana, las fotos de coleccionistas y las representaciones pictóricas permiten observar que cada mujer lleva el rebozo de una manera personal, a veces cubriéndose la cabeza, anudado a su cuello, envolviéndole todo el cuerpo o marcándole la cintura y las caderas.
En nuestros días se sigue elaborando en todo México y son particularmente apreciados los de Michoacán, Oaxaca, Querétaro y San Luis Potosí. Sin embargo, es una tradición que podría perderse, como explicó Turok a Las 12. “El riesgo del rebozo es que lo imiten y lo manden a imprimir como estampado fuera de México. Si no educamos al público, éste no distinguirá si está trabajado con la técnica del ‘jaspe’. Si no entendemos la técnica, no podemos apreciar la laboriosidad, el número de horas invertidas por el rebocero o la rebocera en el telar, o el trabajo de las empuntadoras, que son las que tejen a mano el rapacejo o punta, una suerte de encaje elaborado a base de nudos y enlaces.” Por esa razón, para no perder esas texturas tan amadas, esta antropóloga organiza regularmente actividades en el centro histórico de la ciudad de México, donde convoca a jóvenes tejedores a talleres donde pueden aprender de lxs más experimentadxs, así como da cursos abiertos al público sobre “cómo leer un rebozo”.
–En todas las guías turísticas que leo sobre México veo que les advierten a lxs visitantes que regateen los precios. Pues yo digo que el regateo contribuye a la muerte del rebozo.
Y Marta nos explica el daño que se hace cuando se regatea a lxs artesanxs del rebozo, quienes al ver que sus productos no son valorados con justicia comienzan a buscar otras salidas laborales y dejan de ocuparse en mantener la tradición. Se entiende ahora la importancia de presentar esta muestra en Europa y especialmente en el museo londinense, un espacio dedicado a la innovación y a la apreciación de la moda como una forma de arte. Se trata del único espacio de Londres dedicado exclusivamente a exhibir novedades en la moda, así como a ofrecer ayuda y capacitación a los que trabajan en la industria. Fundado por la famosa diseñadora británica Zandra Rhodes, el museo ocupa el único edificio en Europa creado por el famoso arquitecto mexicano Ricardo Legorreta (1931-2011), pintado con las estridencias del naranja y el rosa mexicanos.
Y se incluyó una muestra de creatividad en acción. Pudo verse a reboceros elaborando huipiles en telar de pedal. Forman parte de una red de tejedores que se extiende por Latinoamérica y el resto del mundo. Skype actúa como símbolo de unión invisible entre los tejedores de Perú, Indonesia y Egipto para intercambiar con generosidad técnicas y materiales. Se protegen, se defienden, se brindan apoyo mutuo y en lugar de anclarse en el pasado continúan con el maravilloso mestizaje que originó la prenda.
Para que la globalización no logre despertar el aberrante fantasma de un rebozo imitación “made in China” es que se está ofreciendo a estxs artistas la posibilidad de establecer contactos con tejedores y tejedoras que experimentan circunstancias similares en otras partes del mundo. Y lo más interesante es que siguen abiertxs a las innovaciones y están experimentando, por ejemplo, con la utilización de lana de vicuña o motivos egipcios e indonesios. El rebozo no es un artefacto del pasado, sino una expresión cultural que sigue evolucionando con su tiempo.
Así como la pashmina, el poncho, el sombrero panamá se han incorporado al universo de la moda, tal vez hoy sea el turno del rebozo, esa prenda angelada por las manos y los cuerpos de las mujeres en este su primer paseo por Europa.
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