Sáb 08.11.2014
las12

COSAS VEREDES

Compartiendo la carga

Entre la protesta contra la violencia de género y la performance militante, crece en Estados Unidos el movimiento inaugurado por Emma Sulkowicz, la artista estudiante que camina por su universidad con el colchón donde fue violada.

› Por Guadalupe Treibel

Hace aproximadamente un mes y medio, medios globales –incluso locales– reproducían la historia de Emma Sulkowicz, artista y estudiante de la Universidad de Columbia, en Nueva York, que parte como protesta, parte como proyecto de tesis, llevó durante semanas su colchón de 23 kilos por todos los rincones del campus (aún lo hace; en todo momento, a todo lugar, siempre y cuando sea dentro del campus). ¿El motivo? Sobre aquel nefasto colchón de 23 kilos fue violada en 2012 por un compañero, a quien denunció a las autoridades de la institución y a la policía, sin ningún resultado. Salvo la cristalización de los clichés pertinentes, claro: maltrato oficial, demonización de la víctima, preguntas irrelevantes (hasta la interrogaron acerca del uso de lubricantes), entre otras bondades del triste lugar común. Que el muchacho hubiese sido responsable de dos abusos anteriores tampoco pareció ser suficiente, amén de habilitar que continuase de clase en clase, lo más campechano y criminal.

Para Sulkowicz, la impunidad corpórea transmutó en una imagen recurrente: la del mentado colchón. Y dos años más tarde, como proyecto final de su licencia en arte, decidió pronunciarse al respecto. Lo hizo con Carry That Weight (en castellano, “Carga ese peso”), la performance que la tiene moviendo el pesado plumón a cada paso, sin solicitar ayuda –pero sin rechazarla cuando le es ofrecida–, hasta que el perpetrador sea expulsado, abandone voluntariamente la facultad o se reciba. Gesto que la ha vuelto cara visible de una lucha de resistencia. “Una mujer que se rehúsa a mantener su violación en privado, llevando el recordatorio tangible con ella. Precisa y contundente, la obra de E.S. es inclusiva, una composición abierta, simbólica y drásticamente física al mismo tiempo. La calidad de esta sorprendente pieza contribuye sustancialmente a su efectividad y a su protesta”, subrayó una periodista del New York Times al respecto. No fue la única que se hizo eco: hasta Hillary Clinton declaró que “esa imagen debe permanecer en todos nosotros”. Idem el mensaje: en palabras de Emma, “llamar la atención sobre cómo tantas mujeres sienten que las autoridades universitarias fallan en castigar o detener estos abusos”. Pues, visto y considerando que la Casa Blanca ha puesto a una comisión especial a estudiar las altas cifras de violaciones y el mal manejo de las casas de estudio, su verdad es indiscutible.

Pero, como se mencionaba previamente, ésta es la historieta conocida y, como corresponde a los hechos importantes, ha habido nuevas –e importantes– repercusiones. En principio, y como colorido dato de color, la palabra de la archirreconocida artista serbia Marina Abramovic, cuyos logros oscilan entre la merecida retrospectiva en el MoMA y figurar en el videoclip Picasso Baby con Jay-Z (en ese orden de relevancia, de más está aclarar). Cuestión que, recientemente entrevistada por el sitio The Cut, M. A. contó que iba a conocer a Sulkowicz en los días venideros al son de “Mucha gente no tiene la fuerza de voluntad para persistir en temas de peso sin que les importe el qué dirán, las consecuencias. Y eso es lo que ella está haciendo”. “Qué alegría ver cómo Emma está recibiendo el apoyo de la comunidad artística. Si tan solo hubiese recibido el mismo sostén de la administración escolar a la que reportó su violación...”, fue una de las reacciones con que fue recibida la pequeña novedad cromática.

Empero, el verdadero newsflash es otro. Resulta que E. S. ha prendido una llama que ha devenido en movimiento internacional. Sin exagerar. El primer paso fue el mes pasado, cuando un numeroso grupo de estudiantes de su universidad se manifestaron con decenas de colchones, en señal de apoyo a Emma y en repudio a la preocupante cultura de la violación en los campus norteamericanos. Pero el verdadero salto ocurrió la semana pasada, cuando miles y miles de estudiantes de más de 130 instituciones, desde Stanford, en California, hasta la Central European University, en Budapest, Hungría, multiplicaron la iniciativa en pos del autoorganizado (y homónimo) Carry That Weight. “Estamos realizando acciones colectivas para apoyar a las sobrevivientes de la violencia sexual y doméstica universitaria”, explicaba su acta online. ¿Unico pedido de su alma máter, miss Sulkowicz? Evitar almohadones en las venideras manifestaciones para que “las inevitables selfies no luzcan como un piyama party”. “El abuso no es un asunto ni ligero ni suave; no lo tratemos como si lo fuera”, explicó la joven artista, mientras figuras de la política yanqui –como la senadora demócrata Kirsten Gillibrand– invitaban a sumarse a la acción. Y que los colchones sean unidos, la ley de visibilización primera.

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