CINE
Una familia que reflota sus conflictos en un reencuentro trágico. Figurita repetida de argumento cinematográfico, el de Hasta que la muerte los juntó tiene algunos detalles inolvidables.
› Por Marina Yuszczuk
El larguísimo camino que separa a cada uno de su mamá está lleno de vericuetos, volantazos, regresiones y alejamientos prolongados, pero de vez en cuando –pasa en las fiestas, los velorios, las bodas de plata y todo ese tipo de celebraciones al que, realmente, una va porque no puede faltar– hay que volver a convivir bajo el mismo techo y entonces sí, pasado y presente colapsan hasta lo insoportable. Les pasa a los Altman, una de esas familias norteamericanas coquetamente disfuncionales de casa en los suburbios, jardín impecable y autos último modelo, en Hasta que la muerte los juntó (traducción con pretensiones demasiados chistosas del más poético “This is where I leave you”): el padre muere y los cuatro hijos, ya hace tiempo desbandados en distintas ciudades y con pocas ganas de verse las caras, hacen de tripas corazón y acuden al llamado de la madre que incluye no sólo asistir al funeral, sino pasar una semana juntos en la casa paterna en observación del Shivá, un duelo que implica estar juntos y a puertas cerradas durante siete días.
Que los Altman no sean judíos no es argumento válido para escapar del último deseo del padre según lo transmite la flamante viuda, que además de una psicóloga que expuso como caso de estudio los problemas de sus hijos en su best-seller Cradle and All (cosa que los hijos no dejan de reprocharle como un trauma de la niñez cada vez que pueden) es Jane Fonda convertida en un ejemplo de cirugía plástica ejecutada con buen gusto y elegancia. Y que la voluntad paterna no sea más que un truco de la madre tampoco es ninguna sorpresa en esos matriarcados encubiertos que son ésta y la mayoría de las familias. El argumento no es original pero como los Altman son algunos de los comediantes más brillantes de la tele y el cine, no es poco lo que pueden hacer con eso: Jason Bateman (Judd) acaba de descubrir que la mujer lo engaña desde hace un año con un compañero de trabajo y, de vuelta en el pueblo, el reencuentro con un casi amor de la juventud (la divina Rose Byrne) se complica con la aparición de más sorpresas. Tina Fey (Wendy) es la hermana seria y convencional que incluso crió a los hermanos menores y ahora es mamá de dos chiquitos, pero las cosas no son tan impecables como parecen: el marido no aparece por ningún lado y en cambio sí aparece el vecino de enfrente, un chico del que estuvo enamorada y al que abandonó después de que él tuvo un accidente cerebral. El hermano mayor, pelado y responsable que se puso al hombro el negocio paterno, llega con su mujer Annie (Kathryn Hahn), en pleno tratamiento de fertilidad y con toda la desesperación encima. Y el hermano menor, esa sorpresa inagotable llamada Adam Driver que Lena Dunham tuvo la generosidad de presentar semidesnudo en las tres temporadas de Girls, simplemente está perdido.
A las generaciones ya arruinadas de los adultos se suma, como uno de esos detalles que sacan a cualquier película del montón y la vuelven un poco inolvidable, el pequeñito Cole, de tres años, que interrumpe cualquier conversación para anunciar que hizo caca o que busca rincones preferidos de la casa donde plantar feliz su pelela blanca, como un recordatorio esperanzado de otro tiempo en que las cosas fueron más simples. Puestos entre la vejez de la madre y la infancia de los nuevos, los hermanos remueven sus cuentas pendientes entre vidrios rotos y charlas nocturnas. Pero la película no cae en soluciones fáciles ni toma la reunión familiar como un punto de quiebre a partir del cual cada uno descubre una verdad y “corrige” su camino. Los encuentros familiares son mucho más misteriosos, y Hasta que la muerte los juntó explora con gracia esa alquimia inexplicable que hace de la casa materna un lugar temido y entrañable en el que la presencia de la mamá –mal que nos pese a los adultos– genera el mínimo de protección necesaria para que al menos todos se sinceren un poco o descubran que todavía hay algo de consuelo en el pecho materno.
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