COSAS VEREDES
Presentación en sociedad del inglés Mike Buchanan, fundador del partido J4M&B, que busca acabar con la “tiranía feminista”, cuestionando los derechos ganados por las mujeres en las últimas décadas.
› Por Guadalupe Treibel
“Si las peores partes de Internet se reuniesen y tomaran la forma básica de un hombre furibundo y balbuceante, ése sería Mike Buchanan”, arriesga –con tino– un afilado The Guardian. Mientras, la periodista Catherine Bennett, de The Observer, hace caso omiso a la analogía Transformer para concentrarse en “el odio extravagante” de este señor, al que “sería gracioso escucharlo hablar, de no ser porque la sociedad no está tan alejada de su razonamiento”. “Mike Buchanan basa su plataforma electoral en un retroceso cultural de cuatro siglos. Y no lo hace en broma”, aclara el diario El País, tan patidifuso por la existencia de este cincuentón como sus contemporáneos británicos. Y si el subrayado del humor viene a cuento es porque –a priori– este ex empresario inglés bien podría ser un grotesco y paródico personaje de sitcom, bastante mal delineado y ciertamente temperamental, obtuso e intolerante; pero ni la ficción ha podido pergeñar tal extravagancia (no sería verosímil...). Entonces, de la risa al llanto, el paso de rigor: los soliloquios de este líder de coalición de ultraderecha, otrora consultor del Partido Conservador de Reino Unido, hoy fundador de J4M&B (en criollo, “Justicia para Hombres y Chicos – y las mujeres que los aman”), flamante partido que postulará tres candidatos en la región de Nottingham en las venideras elecciones parlamentarias. La carne al asador y el deseo de muchos/as: que no gane.
¿Por qué? Porque su cruzada reaccionaria tiene un target en la mira: las feministas, a quienes acusa de creerse “criaturas divinas”, increpa por “matavarones” y a las que señala por “tener paralelismos precisos con los nazis” (sic). Se pone mejor, promesa. A saber: en su manifiesto de más de 80 páginas, el J4M&B reclama que los hombres deberían recibir jubilación antes que las damas “porque trabajan más duro y mueren más jóvenes”; que no habría que aceptar mujeres en las cúpulas directivas de empresas u organismos; que hay que prohibir la fertilización asistida para lesbianas y madres solteras; que hay que limitar el acceso al aborto. También relativiza la violencia doméstica, el abuso... E incita a una instrucción escolar diferenciada entre niños y niñas, demandando –a su vez– más maestros/profesores hombres porque, a su entender, las malvadas educadoras femeninas regalan notas a las purretas en detrimento de los gurrumines. ¿Algo más? Ah, sí: pide solícitamente que se anule el Equality Act 2010, ley antidiscriminación por motivos de raza, religión o género. Y busca introducir un ministerio gubernamental dedicado a... “los hombres y la igualdad”.
“Son los varones y niños los que necesitan representación política. No conozco una sola área donde las mujeres corran con desventaja en relación con los hombres”, categoriza Buch. Y aunque la premisa es fácilmente desechable con cualquier –cualquier– estadística, hay que comprender que quizá Mike no entienda mucho de matemáticas. Como anota sardónicamente el Telegraph, “1.9 por ciento de los primeros ministros de UK ha sido femenino. El 0 por ciento de los directores del Banco de Inglaterra, alcaldes de Londres y los arzobispos de Canterbury ha sido femenino. Simple y claro: esto es un monopolio de la mujer”. Por lo demás, acorde con MB, el techo de cristal no existe, las mujeres no llegan a la cima porque “quieren hacer otras cosas con sus vidas” (tener muchos bebés, probablemente), y el mundo es cuadrado y está montado sobre un gran elefante.
Después de todo, Buchanan, que se jacta de haber creado “el único partido antifeminista en el mundo de habla inglesa”, no tiene pruritos en publicar en el sitio de su partido (J4M&B) artículos como “13 razones por las que las mujeres mienten acerca de haber sido violadas” o “10 razones por las que los falsos alegatos de abuso son comunes”. Tampoco en pasar buen rato del día buscando a “la feminista mentirosa del mes”, sección donde denosta a minas como Gloria De Piero, parlamentaria laborista, por hablar de la brecha salarial. Ojito, también hay distinción a “la arpía con más trayectoria”, laurel otorgado a la excelsa Germaine Greer, responsable del fundamental La Mujer Eunuco. Felicitaciones a ambas.
Al menos el tipo es coherente (y absurdo y causa gracia), y admite que pasará el resto de sus días intentando convertir al feminismo “en una mala palabra”, en esa dirección profetiza vía sello editorial. Porque, amén de dar cuarto propio a una perorata sin ton ni son, Buchanan creó LPS Publishing, donde (auto)publica libros de su autoría, tales como The Glass Ceiling Delusion, David Cameron: The Heir to Harman y –un favorito personal– Feminism: The Ugly Truth. Este último, auténtica joyita del absurdo, “trata de responder a las 50 preguntas más difíciles de la era moderna” (sic). Selección aleatoria: “¿Es usted un misógino si sólo odia a las feministas?” (sí, Mike, claro); “¿Son las feministas menos inteligentes que las mujeres normales?” (perdón... carcajada espontánea); “¿Son menos atractivas que las mujeres normales?” (continúa de la risa anterior)... Y luego: “¿Las sufragistas eran tontas?”; “¿Por qué los hombres tienen pezones?”; “¿Todas las feministas padecen del síndrome premenstrual?”, entre otros signos de pregunta que quitan el aliento. Como el altísimo interrogante final, “¿Son las feministas delirantes? ¿Es el Papa católico? ¿Cagan los osos en los bosques?”, donde Buchanan demuestra que no sólo es afín al ridículo; también tiene un descollante uso de la ironía. Qué campeón. Para colmo, el arte de tapa decora con una señora-monstruo de dientes/colmillos putrefactos, la piel de ultratumba, ojos del horror, lo que permite dudar si el autor no traerá embrollados (más) conceptos, confundiendo a sus mentadas némesis con los más bajos exponentes del cine de terror. Por si las moscas, mejor no descartar hipótesis.
Lo último: consultado acerca de su misoginia, Buchanan se mata de risa. Dice que no lo es, que cómo, que sólo necesitan conocerlo mejor para descartar semejante aberración. Y luego: “En lugar de ayudarme a resolver problemáticas reales, muchas personas me llama sexista. A ellas les sugiero que se eduquen mejor acerca de políticas de género”. Y a Mike, ¿quién lo educa?
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