EL MEGáFONO
› Por Romina Sckmunck *
Una reciente columna de este diario (“El desierto soy yo”) hace referencia a las mujeres del petróleo nombrando de esta manera a las esposas de los petroleros y, más específicamente, a las mujeres que lograron ingresar a trabajar en dicha industria y las dificultades que enfrentan.
Estamos en un todo de acuerdo con el acceso de las mujeres a los puestos de trabajo de la industria petrolera, que se erradique el sexismo y la hostilidad en dichos espacios de trabajo. Pero no se puede ignorar que hay muchas más mujeres alrededor de esta industria. Hay muchas otras mujeres cuyas vidas/cuerpos/realidades se ven radicalmente modificadas por la industria petrolera y no precisamente porque puedan (y/o quieran) acceder a sus puestos de trabajo.
Sobre la formación llamada Vaca Muerta existen más de veinte comunidades mapuches asentadas. Comunidades a las que se les impuso la explotación petrolera sin que puedan ejercer su derecho a la consulta vigente en las leyes nacionales. La contaminación que trae la explotación hidrocarburífera es letal y de ello dan cuenta los/as integrantes de las comunidades Kaxipayiñ y Paynemil, expuestos desde hace décadas a dicha contaminación: se ha constatado en ellos la presencia de treinta metales pesados en la sangre, síntomas del envenenamiento, fuertes dolores de huesos, dificultad de movimiento, dolores crónicos de cabeza; trastornos renales, hepáticos y digestivos; patologías broncopulmonares, afecciones cardiovasculares, neurológicas, alérgicas y abortos espontáneos, entre otras consecuencias.
En los territorios con explotación petrolera se repiten enfermedades por contaminación. Es necesario recordar a la lonko Cristina Linkopan, que falleció a los 30 años por una hipertensión pulmonar. La contaminación empeora la calidad de vida de las mujeres mapuche, genera una mayor opresión y una sobrecarga en las labores cotidianas debido a la degradación ambiental.
Entre las otras mujeres a las que no refiere el artículo están aquellas mujeres que son secuestradas para ser prostituidas y consumidas por la industria del petróleo. En una nota publicada por el Observatorio Petrolero Sur (“El negocio de la trata en la ruta del petróleo”) se analiza la vinculación entre el padecer de las mujeres secuestradas en whiskerías y las actividades hidrocarburíferas. Las organizaciones de Neuquén que trabajan y militan por los derechos de las mujeres denuncian la relación directa entre el petróleo, los prostíbulos y la trata. Un frase ilustra la situación: “En los pueblos petroleros hay más prostíbulos que escuelas”.
Hay una diferencia crucial entre las trabajadoras del petróleo, llamadas las “mujeres del petróleo”, y estas otras mujeres, y tiene que ver con la elección. Las primeras han entrado a la industria por elección y se quedarán allí mientras lo elijan. A diferencia de las otras mujeres que, sin haberlo elegido, igualmente, el petróleo y su explotación atraviesa, reconfigura, contamina y secuestra sus vidas.
* Abogada e integrante del Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas (ODHPI). Más información: http://www.odhpi.org" title="">www.odhpi.org.
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