COSAS VEREDES Hunter Moore, el norteamericano que popularizó el porno vengativo, finalmente irá a la cárcel. Los detalles, a continuación...
› Por Guadalupe Treibel
“Un vil síntoma de la misoginia moderna”, “La más acabada expresión de una cultura que ve a los cuerpos de las mujeres como mercancías disponibles para el placer voyeur”, “Ejercicio de poder que acciona humillando”, “Refugio de cobardes”, “Crimen sexual”, “Abuso emocional”, son algunas de las frases que se desprenden del porno-venganza (o ciberviolación, como a menudo es referido). Que, harto conocido, se trata de imágenes o videos con contenido sexual, distribuidos sin el consentimiento –o conocimiento– de una de las partes (en general, la femenina). Y aunque los ejemplos más clásicos tengan como protagonista al exnovio despechado que, con la intención de joder a su otrora pareja, libera material privado en la web, el tiempo ha demostrado que las razones son muchas: hacerse unos infames billetes, chantajear, “entretenerse”, hacer bullying cibernético... Y que muchas también son las víctimas. A saber: las famosas imágenes robadas del sonado caso Jennifer Lawrence son porno-venganza; al igual que los ejemplos hermanados de figuras del showbiz como Teresa Palmer, Ariana Grande, Kirsten Dunst, Aubrey Plaza..., y siguen las firmas.
En resumidas cuentas, el porno-venganza no siempre es vengativo, pero siempre es criminal. Y, acorde con la campaña End Revenge Porn, con base en Estados Unidos, el 90 por ciento de las damnificadas son mujeres. De las cuales el 93 por ciento reconoce padecer a posteriori “angustia emocional fuerte”. Para colmo, una vez suelto en la web, difícil –si no imposible– volver a cazar lo que yira y yira y yira. Para colmo (bis), muchas víctimas luego reciben mensajes de acosadores, no son tomadas en empleos, son despedidas de empleos, y el trauma no desaparece. Pero, como ya se ha dicho una y mil veces, este mal no es sorpresa: es parte de un sistema cultural donde el “no” es debatible, el poder (masculino) no se comparte y las mujeres son cosas. Donde el 60 por ciento de las amenazas de exparejas al son de “Voy a publicar tu fotito” se vuelve realidad. Sistema que –chocolate por la noticia– corre con viento a favor desde hace tiempo...
En lo que al asunto puntual se refiere y según un artículo publicado por New York Magazine, el revenge porn tendría un posible origen en la revista Hustler, en los ’80, cuando la sección “Beaver Hunt” invitaba a maridos jodones a fotografiar a sus esposas sin que ellas lo supieran, amén de publicar luego dichas copias caseras. Luego, la primitiva red social Uneset; los clips amateurs en sitios porno, y voilà el colmo de la bajeza: las webs especialmente dedicadas al “género”. ¿Una de las más famosas y polémicas? La página Is Anyone Up, lanzada en 2010, cerrada en 2012, creada por el norteamericano Hunter Moore. “El hombre más odiado de la red”, según BBC y Rolling Stone; “el rey del revenge porn de Estados Unidos”. No es para menos: su sitio invitaba a tipos a colgar imágenes explícitas de sus examantes sin que ellas supieran. Sumando, además, anécdotas de escrache, información personal de las muchachas. En ocasiones, los nombres completos; en otras, los detalles de sus trabajos, sus ciudades de residencia, sus cuentas en redes sociales... En fin, la data necesaria para que cualquier sujeto con conexión a Internet pudiera hallarlas. Y ciberacosarlas. Volverlas locas.
Tan prolífica resultó la iniciativa que Moore llegó a recibir más de 30 millones de visitas al mes, ganando más de 13 mil dólares mensuales. Y el rey –tirano– se volvió famoso, dando notas a diestra y siniestra, declarando que le importaba tres rabanitos si una chica se suicidaba al sentirse humillada y amedrentada por su negocio. Después de todo –aclaraba el veinteañero– era sólo eso: un negocio. En modo vampírico (con perdón de los seres de la noche), los colmillos dejaban espacio a la lengua viperina (con perdón de las serpientes), siendo Hunter capaz de decir: “No conozco a estas minas; para mí son pequeñas imágenes en la pantalla. Si lloran porque le enviaron su foto a un pibe que apenas conocían, no soy yo quien la quitará. Realmente no me importa”; “Lo único que estoy haciendo es educar a la gente sobre el uso de la tecnología”; “Hice encabronar a muchas personas; a algunas las despidieron de sus trabajos, otras fueron expulsadas de sus escuelas (...). Yo sólo saqué provecho de fotos de gente desnuda”. Encantador, sin lugar a dudas.
Durante los 16 meses que duró su sitio, estudiantes, madres, amas de casa, enanas, doñas en sillas de ruedas, una finalista de American Idol, la rapera Kreayshawn, entre otras protagonistas involuntarias, aparecieron sueltas de pilchas en su sitio. Entre 15 y 30 mujeres al día. Muchas de las cuales pedían explícitamente que se quitaran las fotos. Pedido que, por supuesto, nunca era escuchado. Pero, ¿por qué volver hoy a Hunter Moore? ¿Por qué recordar al pionero misógino, ensañado troll sin escrúpulos? Porque, atrapado sin salida, HM acaba de admitir culpabilidad: por haber accedido sin autorización a las computadoras de sus víctimas para obtener material privado, por robo de identidad agravado, por haber pagado 145 billetes (cada foto) a un pirata para que entrase a los emails de pibas y hurtase sus pics desnudas. A la espera del juicio entonces, hoy muchas festejan. Después de todo, si la Justicia sigue su curso, el varón podría ser sentenciado a siete años en prisión, más tres de libertad condicional, más multas de más de 500 mil dólares. Y no es el único: hace unas semanas, un tribunal de California declaró a Kevin Bollaert –creador de otro sitio de revenge porn– culpable de 31 delitos, y podría pasar hasta dos décadas tras las rejas. ¿Será que vislumbramos el ocaso de la era de este tipo de reinado? Por lo pronto, la coronita quema. El consuelo (poco, tardío para las víctimas) es que siguen los quemados.
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