COSAS VEREDES
Vuelven Los Expedientes Secretos X, vuelve la escéptica, feminista y racionalista agente Dana Scully; sobran los motivos de alegría.
› Por Guadalupe Treibel
La verdad sigue estando allá afuera, y es una y una sola: tras 13 años de ausencia, vuelven Los Expedientes Secretos X, aquel show scifi / thriller conspirativo que, desde el ‘93 y durante nueve temporadas (sin contar las adaptaciones cinematográficas, claro), tuvo a los agentes del FBI Fox Mulder (David Duchovny) y Dana Scully (Gillian Anderson) poniendo la lupa sobre extravagantes casos paranormales. Casos que ahora ampliarán en formato miniserie, con seis episodios, según ha confirmado canal Fox. Y la alegría es desbordante, no sólo por el reencuentro con una de las historias geek más icónicas de los ‘90 sino –especialmente– por la oportunidad de volver a ver a uno de los personajes femeninos más bad-ass de la televisión: la escéptica, perspicaz y requetecapaz Scully que, por relevancia y peso, ha sido vitoreada por feministas de sitios como The Mary Sue, Feministing o Jezebel en incontables oportunidades. Mientras, en paralelo, libros como Feminism and Popular Culture: Investigating the Postfeminism Mystique o Fantasy Girls: Gender in the New Universe of Science Fiction and Fantasy, han destacado las bondades de su representación. Entre ellas, el logro de haberse corrido del estereotipado “cuerpo peligroso” (reafirmante de la tradicional y perniciosa ideología de género) hacia una “mente peligrosa”. O, para el caso, mutar los roles perennes, subvertirlos: mientras Mulder respondía a su instinto, su historia y sus sentimientos, Dana defendía el empirismo y raciocinio a rajatabla.
Qué va: ni siquiera los/as youtubers le dispensan sus momentos de ferviente cientificismo, reuniéndolos hasta la fecha en recientes clips musicales donde Scully repite sobre pegadizas bases musicales: “ciencia, ciencia, ciencia”. Acaso pequeños tributos virales que destacan su perseverancia. Después de todo, como dicen por allí, “nunca se rindió; ni siquiera tras serle implantado un chip en manos –¿o garras?– alienígenas”. De hecho, hace poquitos meses, el sitio Buzzfeed –ducho como pocos en las bondades de enlistar cuanta idea venga a cuento– anotaba las diez razones para seguir amando a Dana, destacando primeramente el haber sido un personaje que inspiró a una joven generación de chicas geeks gracias a gestos varios: ser cool precisamente por no intentar serlo; tener un título en Física y haber escrito su tesis acerca de la paradoja de los gemelos de Einstein; siempre, siempre mantener a Mulder a raya (y –básicamente– con vida); ser además doc y asistir frente a golpazos o, para el caso, llevar adelante ¡autopsias! sin transpirar la gota gorda; demandar respeto y no dejar que nadie, nunca jamás la llamara “bebé”; parir un superbebé híbrido con ¿ADN extraterrestre?; entre otros asuntos nerds.
“Mientras la ciencia ficción mainstream ha sobresalido en su capacidad de imaginar futuros lejanos, explorar los confines de la imaginación y matarnos del susto, es de público conocimiento que ha fallado históricamente en poblar sus nuevos mundos con personajes que no fueran hombres blancos, heterosexuales, cisgénero (Robert Heinlein, Isaac Asimov y tantos otros grandes escribieron casi exclusivamente sobre esta porción demográfica; y el cine, desde Star Wars hasta Volver al futuro, desde las adaptaciones de La guerra de los mundos hasta Blade Runner, ha compartido esa sesgada representación)”, aduce Devon Maloney, periodista de New York Magazine. Con todo, hay excepcionales excepciones que pusieron en jaque la misoginia, la homofobia, el racismo y los estancos roles de género, “abriendo oportunidades, obligando a que la discusión avanzara”. Entre ellos, Marie-Anne de Roumier-Robert, autora de Voyage de Milord Céton dans les Sept Planetes (1795), Mary Shelley y su Frankenstein (1818), Naomi Mitchison y sus Memoirs of a Spacewoman (1962), etcétera. O, para el caso, ya en material audiovisual, el debut de Michelle Nichols como la teniente Uhura en Star Trek, La Mujer Biónica, Ellen Ripley, Sarah Connor y, por supuesto, la agente Dana Scully que –para colmo de bienes– ha sido (y volverá a ser, ¡viva!) corporizada por the one and only Gillian Anderson. Una actriz bárbara que sólo en el último rato ha descollado como Blanche DuBois en la reciente puesta teatral londinense de Un tranvía llamado Deseo (por su trabajo está nominada a Mejor Actriz en los prestigiosos Olivier Awards, que se entregan el mes próximo), como la mordaz y sexualmente asertiva Stella en la serie detectivesca The Fall (cuya tercera temporada ha sido confirmada), como la psicoterapeuta del caníbal Lecter en la serie de tevé Hannibal... En fin, una topadora (para más pruebas, ver la peli La casa de la alegría, adaptación de la novela de Edith Wharton, dirigida por Terence Davies) a la que no le faltan medallas. Ni novelas... Y es que el año pasado publicó su primer libro: un “thriller supernatural de proporciones épicas”, según reporteó el LA Times; parte iniciática de una saga titulada EarthEnd, llamada A Vision of Fire (Una visión de fuego). “Después de vivir nueve años en el universo de ciencia ficción de los X-Files, tengo el conocimiento arraigado y el ritmo del género”, aseguró entonces Anderson. Y luego: “Quería un personaje femenino fuerte, cercano a mi edad. Es algo que yo quisiera leer, y pienso que a otras mujeres les ocurre lo mismo”.
Porque, amén de sellar el fervor, llega el dato de rigor: Gillian Anderson es... feminista. Mariposas en el estómago al escucharla decir que “el sexismo hollywoodense es insoportable”, al oír cómo denuncia públicamente que al comienzo de Los Expedientes... la diferencia de paga entre Duchovny y ella era “masiva”, al leer sobre cómo se niega a sonreír como una modelito frente a las cámaras (pero se relame cuando le piden que luzca diabólica...) o cómo invita a salir a hombres mayores ella misma (los chicuelos no le van, aunque no descarta enamorarse de una señora, como lo hizo en sus años mozos). Elegante, libre, sutil y talentosa, no se puede pedir más de Anderson. Salvo que vuelva a interpretar a Scully, cosa que hará en breve. Cartón lleno, lluvia de corazones.
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