COSAS VEREDES
Cansada del backstage, la periodista y estilista francesa Nathalie Croquet decidió emular publicidades del mundo de la moda, convirtiéndose en la involuntaria modelo que muchas quisieran ver en revistas fashion.
› Por Guadalupe Treibel
Oui, oui, mesdames et messieurs, desde luego hay distintos modos de aproximarse e instalar un tópico tan sensible como el modelaje y la publicidad, el mundillo de la moda y la imposición de la belleza macilenta y desnutrida. Existe, por ejemplo, el modo legalista, como ha evidenciado la flamante ley de salud francesa que, aprobada por asamblea nacional, ahora prohíbe que las agencias contraten a mujeres esqueléticas, con el fin de dar batalla a la anorexia. “Se trata de una enmienda de protección que permitirá castigar severamente a las firmas que indujeran pérdidas de peso excesivas o que pusieran en peligro a sus maniquíes una vez bajo contrato”, detalla el diputado Olivier Veran, involucrado con el proyecto que intentar cambiar el rostro –huesudo– de la pasarela y los flashazos. Empero, luego existe la risotada que –sin mofarse de una problemática que, sólo en Francia, deviene en realidades numéricas que hablan de entre 30 y 40 mil mujeres padeciendo anorexia, la mayoría de ellas adolescentes– permite pasar mensaje sobre los estándares perniciosos de la (presunta) perfección.
En esa línea hace su entrada triunfal, con taquitos y estilo copycat (léase, de imitación o mímica), mademoiselle Nathalie Croquet. Oriunda del país galo, la estilista y periodista fashion, otrora directora de fotografía de la tienda inglesa Biba y de don Jean Paul Gaultier, esta mujer en sus 40, 50 –y physique du rol a tono– ha tomado Internet por las astas en las últimas semanas, cosechando loas a diestra y siniestra por una serie de imágenes intitulada Spoof. Nombre que, pronta y dispuesta, ella misma define con acepciones tomadas de la verdadera biblia de las palabras... el diccionario. A saber: “1) Parodia, broma, disfraz.
2) Refiere a un artículo de periódico o programa de tevé que, encubiertos bajo un halo de seriedad, resulta ser un chascarrillo”. Pues, en su caso, el asunto refiere puntualmente al intento de recrear reconocidas publicidades de moda sin retoques ni photoshop, siendo ella misma la modelo de ocasión. Así, es capturada emulando el pucherito de Edie Campbell en cierta campaña de Lanvin, la florcita entre las manos, la perita sobre la palma o, para el caso, la mirada sensualoide de Maria-Carla Boscono para Givenchy; la postura informal de Gisele Bündchen para la marca Sonia Rykiel; la camisa desabotonada de Kate Moss para Eleven Paris, entre otros flancos. Qué va: Nathalie ni siquiera se priva de “volverse” Penélope Cruz, Natalia Vodianova, Freja Beha Erichsen...
“Una mujer real posa”, advierten quienes vitorean a Nathalie, mientras otros suman: “Y es retratada por Daniel Schweizer”, un profesional de la industria que ha trabajado para Cartier, Chanel y Lancome (por mencionar algunas pocas marcas), engordando su hoja de ruta desde que comenzara en la profesión, a comienzos de los ’90, dividiendo hoy sus ratos entre sesiones en Nueva York y París. En la capital francesa precisamente, acaeció el laburillo de imitación que, a decir de su creadora, se inspira en Cindy Sherman y no pretende sino “darle buen uso a una experiencia de tres décadas en la industria con más de 200 fotógrafos profesionales”. Sobre el mensaje paródico, la mujer no juega el juego de aguja hipodérmica; más bien, opta por poner el tema sobre el tapete y dejarlo librado a propia interpretación. “Quiero que cada persona que vea mi trabajo llegue a una conclusión independiente.” ¿Sobre qué? Consultada, delinea: “Sobre las mujeres, el consumo, el retoque, los cosméticos, envejecer, la belleza... Cuestiones sensibles de ser debatidas”. Y luego, en tono símil new age: “Siento que la gente necesita un enfoque más espiritual en su vida, y más divertido. Poder darles eso a través del humor, burlándome de mí misma, me pone muy contenta”.
En su web, sin embargo, ahonda en las diferentes aristas de un trabajo que ya ha girado por vastos sitios, reviralizado al son de “Cómo sería un aviso si las mujeres que aparecen en ellos fuesen de talla promedio”, “Mofarse de los ideales de belleza del planeta fashion”, “Una comparación magistral, divertida y valiente que adopta poses, pelo, maquillaje, iluminación y ropa” o bien: “Tras 30 años en el backstage, Croquet encontró su momento de brillar”. “Tenía sentido para mí cambiar de posición y ver qué se sentía estar en el centro de atención”, explica ella, lista para un segundo round (está preparando otra tirada de imitaciones). Y luego: “Las imágenes publicitarias borran cada detalle de la piel, todas las ‘imperfecciones’. No encontrarás eso en mi trabajo”. Sobre las mentadas artistas, sin embargo, desarrolla a través de su sitio: “La intención es generar interrogantes no sólo sobre la identidad y la feminidad, sino además sobre el uso comercial de la imagen de estas mujeres y la noción de derechos de autor entre fotógrafo y modelo”. Entonces, ¿quién es el autor? ¿La modelo, Nathalie o el fotógrafo? “La supermodelo o actriz cesan de existir; sólo persiste el icono”, arremete quien asegura que “en el contraste entre el original y la copia, la reproducción acaba siendo más creíble”.
En efecto, la reproducción (¿acaso obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica?) acaba siendo más creíble, aunque la propia dama en cuestión termine por desdibujarse en el proceso. “Realmente no me veo a mí misma cuando miro las imágenes. Es como cuando escuchás tu voz en el contestador y suena un poquito extraña”, compara ella. Ella, que prestó seria atención a los detalles, que no espera ser objeto de ediciones, catálogos o material de marketing, que sigue sumando miles de seguidores a su cuenta de Instagram y usa el hashtag “humor” para redondear concepto. Porque, hete aquí la última arista: ¿quién dijo que la moda tiene que ser seria? Croquet seguro que no.
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