COSAS VEREDES
Una campaña viral llama a que las niñas dibujen e ideen sus propias princesas, amén de convencer a Disney de que diversifique sus modelitos con tiara y profundice el cambio a personajes femeninos de armas tomar.
› Por Guadalupe Treibel
Desde hace poquitos años, los cimientos del largo –¡larguísimo!– y tradicional reinado Disney han comenzado a resquebrajarse ante la necesidad de mejores representaciones para la hinchada femenina, redirigiendo los esfuerzos a princesitas con más (pre)ocupaciones que el príncipe, que el beso, que el vestidito rosa, que las perdices y todo el cuentón. Así, nuevas señoritas –Elsa, Anna o Mérida– han ocupado los tronos de las muchachas de otrora, tan prestas para el barrido (Blancanieves), el lánguido sueño eterno (la Bella Durmiente) o los zapatitos de diseñador (Cenicienta) con su meta última de enganchar al galán con título y tierra. El caso de Ariel lo dice todo... O, más bien, lo diría, de tener voz. Después de todo, la zoomórfica sirenita no tuvo pruritos en permutar cuerdas vocales con tal de entregarse toda a un señorito ¡que ni siquiera conocía! Pero eso era entonces; esto es ahora. Y, ante la esperanzadora tendencia (gracias, Frozen), una organización ha decidido aportar unos porotos al cambio, instando a que Disney continúe afianzando la flamante tendencia, “atendiendo a personajes que merecen ser foco de atención por sus acciones y mentes, no por sus vestidos y el color de sus mechas”.
Así, a través de la campaña virtual #Real Princess, el grupo Do Something –con base en Nueva York, aspiraciones globales y sedes en Canadá, UK, Indonesia y Kenia, entre otros– ha pedido a niñas y adolescentes que dibujen sus propias princesas, subiendo los resultados a su web y esperando que alguna mente rectora del emporio D tome nota de sus sugerencias y cree un personaje femenino digno de loas feministas. El llamado es uno, y uno solo: “Usen mujeres reales que admiren como referencia”.
“Las muchachas en ficción rara vez son retratadas como fuertes e inteligentes, especialmente si se las compara con los personajes masculinos. Esta falta de representación deja a las niñas con pocos modelos de gran alcance para admirar o con los que sentirse identificadas”, explica la vocera Sarah Piper-Golberg, de la mentada ONG. De allí que, con condiciones moderadas (explicar los puntos fuertes de sus princesas, anotar sus superpoderes y objetivos en la vida, además de dibujarlos), hayan pedido que las propias muchachitas dejen volar la imaginación y el lápiz. Y el resultado, además de encantador, es bien, bien ecléctico...
Algo destacable en tanto, aun cuando las narrativas mainstream comienzan a converger en historias con mensajes de incipientes bríos, inteligencia y emancipación, la homogeneidad física sigue siendo un gran inconveniente. Acorde a un censo realizado por el sitio BuzzFeed el pasado diciembre, sin ir más lejos, el 71,4 por ciento de los personajes protagónicos femeninos del emporio Disney son mujeres blancas; la vasta mayoría, jovencitas con menos de 20 años, y el 57,1 por ciento, casadas al comienzo o una vez finiquitado el film. “El síndrome de la misma cara”, bromean anónimos en la web al confirmar la uniformidad de fisonomía y, ya en el baile, de cinturitas avispa que perpetúan el look fembot. O sea: aunque la factoría haya comenzado a alejarse –muy lentamente– de ciertos estereotipos sexistas, ciertos “furcios” permanecen, perennes. Y no es por falta de creatividad que la fórmula se repite ad eternum sino por una decisión activa y consciente, con sus probadas consecuencias...
Finalmente cantidad de estudios demuestran –una y otra vez– que “la representación mediática de las mujeres es sumamente importante: los personajes femeninos pueden afectar la propia percepción de la joven audiencia en forma real. Disney continúa perdiendo la invaluable oportunidad de inculcar activamente valores positivos sobre la belleza diversa en sus espectadoras. Es ciertamente encomiable que intente desprenderse de narrativas con princesas unidimensionales. Sin embargo, para que la misión se ejecute de cabo a rabo, también necesita avanzar en términos de presentación. Restringir a sus personajes a los estándares normativos de belleza socava su potencial no sólo para lograr que las niñas se vean reflejadas en la pantalla; también para recordar al resto del mundo que los personajes femeninos deben ser únicos e irrepetibles”, destaca la periodista feminista Julie Zeilinger, de la web Mic.
De allí que iniciativas como #RealPrincess sean francamente importantes, con las pre-teen y teens alzando sus voces y, al son de “Let it go, let it go”, demandando princesas de armas tomar. O sencillamente dibujándolas ellas mismas, diagramando sus rasgos únicos, pergeñando sus metas (que, warning, no incluyen un príncipe azul). De hecho, haciendo sabio uso de las plantillas ofrecidas por Do Something, muchas muchachas ya han redefinido el concepto de realeza, pintando princesas transexuales que luchan por la equidad, princesas fabricantes de robots-salvamundos, princesas biólogas marinas que combaten la contaminación y el calentamiento global, princesas ciegas que se convierten ya no en reinas sino en reyes, princesas que se manifiestan en los campus universitarios para acabar con el sexismo y la discriminación, princesas que siembran su propio alimento en huertas orgánicas, princesas con cáncer que luchan por vivir, princesas programadoras, doctoras, ingenieras, soldados, rugbiers con aceitados tackles, skaters con piernas ortopédicas, presidentas, bailarinas... En fin, verdaderas heroínas en las que estas niñas creen, y a las que quieren ver animadas por el emporio D. Evidentemente, aun sin escuchar la voz de Ariel, estas chicuelas han oído una mucho mejor: la propia. Y, frente a ello, no hay manzana envenenada que alcance.
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