ENTREVISTA La jurista, socióloga y filósofa italiana Tamar Pitch estuvo en Buenos Aires para presentar su libro Contra el decoro y otros ensayos y para participar del Foro de Mujeres del Movimiento Nacional y Popular sobre políticas antipunitivas contra la violencia de género. Referente clave del feminismo europeo de esta época, Pitch habló del #NiUnaMenos, la despenalización del aborto, las violencias sexuales, las dificultades para decidir sobre el propio cuerpo y de lo pobre que es el derecho penal como herramienta para detener la violencia machista.
› Por Roxana Sandá
“Hay muchos modos de construcción del derecho con relación a las mujeres. En realidad lo que lo construye es el vínculo entre los hombres y las mujeres. Varios juristas sostienen que el derecho tiende a construir el cuerpo de las mujeres como un cuerpo público, a diferencia del cuerpo masculino, y esto implica una operación donde el cuerpo de la mujer ya no es de ella, porque precisamente le pertenece a lo público.” La jurista, socióloga del derecho y filósofa italiana Tamar Pitch, considerada una de las referentes ineludibles del feminismo europeo, formuló esta definición el fin de semana pasado en San Martín, rodeada de mujeres de organizaciones de base que la escuchaban con atención, aunque fuera ella quien esperaba “conocerlas y aprender de lo que ellas piensan y hacen”.
¿Su planteo acerca de la construcción que hace el derecho sobre las mujeres y los hombres se traduce como la aplicación de dos órdenes de control diferenciados?
–Podría decirse que, para el derecho, la mujer tiene un hábeas corpus menor que el hombre. El punto fundamental del vínculo que establece el derecho en relación al cuerpo masculino y al cuerpo femenino es la existencia de una asimetría entre los hombres y las mujeres respecto de la reproducción. Y el derecho tiende a resolver esta asimetría entre comillas natural a favor de los hombres, en el sentido de que les otorga el poder de controlar la reproducción, cuando en realidad la reproducción es un poder que tienen las mujeres respecto de los varones. Sin embargo, el derecho resuelve esa asimetría de manera desigual, jerarquizando el status masculino.
¿Cómo interpretaría entonces la cuestión del aborto y su despenalización como herramienta que favorezca a la autonomía de las mujeres?
–Desde el punto de vista jurídico, no debería existir ninguna ley sobre el aborto, que tendría que ser totalmente despenalizado. No es una cuestión pequeña, es una cuestión fundamental. En la mayoría de los países occidentales se reconoce la posibilidad de interrumpir el embarazo en el primer trimestre. Este es un compromiso útil pero sólo un compromiso, porque desde el punto de vista teórico se debería reconocer la entera responsabilidad de decidir en orden a la reproducción. Que es una responsabilidad tanto social, como ética y moral. ¿Quién otro que la mujer, singular y colectivamente, puede tomar este tipo de responsabilidad? Si no deciden las mujeres, quién decide por ellas, y si se les desconoce esa responsabilidad es como decir que las mujeres no son sujetos. Perduran y se sostienen las prohibiciones penales tradicionales que mantienen un viejo orden patriarcal y prohíben la plena autonomía de las mujeres de decidir sobre sus cuerpos.
¿De alguna manera siguen siendo cuerpos esclavizados por un derecho anacrónico?
–No sé si lo llamaría anacrónico. Es un derecho en favor del sexo masculino, el punto de referencia es lo masculino.
Tamar vino a la Argentina a presentar el libro Contra el decoro y otros ensayos, de editorial ADHOC, traducido y prologado por Gabriela Carpinetti y revisado por Mónica Rozanski, y para participar del Foro de Mujeres del Movimiento Nacional y Popular sobre políticas antipunitivas contra la violencia de género, que se realizó el viernes pasado en el auditorio de la Cámara de Diputados, junto a un panel integrado por la defensora general de la Nación, Stella Maris Martínez; la titular del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, Laurana Malacalza; las referentes de Red de Mujeres, Sabrina Cartabia, y de ATE, Laura Sotello, y la coordinadora del Programa de Género del Ministerio Público Fiscal, Romina Pzellinsky. La convocatoria se planteó a partir de la movilización #NiUnaMenos “y por la necesidad de continuar impulsando agendas públicas e iniciativas políticas vinculadas a las batallas históricas del movimiento de mujeres y en particular en relación a las violencias”, difundieron las organizadoras.
¿La interpretación que el sistema penal hace de las violencias es la que sitúa a las mujeres en el rol de víctimas o sujetos débiles?
–Claro, y hay que remarcar cómo la violencia contra las mujeres también es utilizada en estas políticas de castigo y de punición, que utilizan la figura de la mujer como víctima para dirimir esas cuestiones.
¿De qué manera construir entonces, en esas batallas que tienen las mujeres contra las violencias sexuales o las violaciones, una nueva mirada que le escape a la simplificación inocente/culpable propia del derecho penal?
–Creo que el derecho penal puede hacer poco, porque por su naturaleza tiene que ser simple desde un cierto punto de vista, pero igualmente queremos un derecho penal que garantice. El derecho no puede tener en cuenta lo que la mujer percibe como violencia sexual, porque puedo estar o no de acuerdo. Por lo tanto, no hay soluciones verdaderas y propias, tienen que ser políticas. Hoy tienen más fuerza las mujeres en el plano de la sexualidad. Sigue siendo una lucha de las mujeres para denunciar las violencias, pero al mismo tiempo es verdad que la punición nunca fue garantía de que disminuya la violencia; en lo simbólico es importante esta construcción. El derecho penal tiene un rol fundamental porque delimita qué es lo que se puede y no se puede hacer, y eso está bien, pero en un plano empírico hay que actuar desde un punto de vista político y efectivo. El problema es cultural.
En su último libro habla de los asesinatos de mujeres como “verdaderas masacres”.
–Dije que en Italia ha bajado la tasa de homicidios en general, mientras que la tasa de femicidios se ha mantenido igual. O sea que desde nuestras estadísticas la violencia homicida en general disminuyó, mientras no sucedió lo mismo con aquella específica contra la mujer.
¿Qué visión tiene sobre la convocatoria masiva del #NiUnaMenos, que se realizó el 3 de junio en Buenos Aires?
–Me parece decisiva, una movida política importante. Creo que las movilizaciones de las mujeres, si bien no influyen directamente en el ordenamiento jurídico, seguramente con el tiempo tienen efecto sobre el derecho. Lo que es importante además es que sirven para cambiar las cabezas de los que deben aplicar las normas jurídicas. Sirven para concientizar.
El sábado 27 de junio, mujeres de organizaciones políticas y sociales de San Martín recibieron a Pitch en sus territorios para relatarle las experiencias de trabajo barrial, sus luchas contra la violencia intrafamiliar e institucional y el ejercicio de autoorganización colectiva para romper fronteras que las discriminan a diario.
La jornada, una serie de reuniones en el local del Movimiento Evita, en Chilavert; en un espacio asambleario del barrio 9 de Julio y en una fábrica en San Andrés, funcionó como puente generoso de anécdotas y debates en los que la jurista preguntaba ansiosa, replicaba o discutía estrategias para pensar a largo plazo. Su presencia allí no se trató del tour de acercamiento de una intelectual europea “a la realidad latinoamericana”: en las palabras, los abrazos y las risas de ese mujerío surgió una trama para impulsarlas a seguir afirmándose en las casas y en las calles.
Lucía Capra, de la cooperativa Mujeres del Alma, explica que tratan de sostenerse como grupo y generar trabajo para poder decidir qué quieren hacer de sus vidas. Son mujeres que sufren o sufrieron violencia; comparten con las que escuchan la tarea de asesoramiento y asistencia frente a cualquier situación que las revictimice o las juzgue. Capra señala que la necesidad las llevó a organizarse para acompañar a mujeres que deciden interrumpir su embarazo, habla de la experiencia con el misoprostol, su utilización en los barrios y la urgencia de comprender su forma de administración a través de capacitaciones y asesoramiento para asegurar la eficacia de la droga y evitar estigmatizaciones en los centros de salud.
La movilización del 3 de junio por el #NiUnaMenos vuelve a surgir potente. Todas participaron de esa convocatoria histórica. Ornella Tinnirello, referente del Movimiento Evita, le comenta a Tamar que fue una reunión masiva “sin distinciones entre víctimas pobres o ricas. Hubo una impugnación muy fuerte a la violencia machista en un encuentro donde todxs pusimos nuestros cuerpos y nuestras voces para decir basta, y esto tiene que ver con los niveles de democratización de nuestros reclamos”. Tamar recuerda una movilización semejante en 2011, cuando en Italia un millón de mujeres marcharon contra el machismo del entonces primer ministro Silvio Berlusconi, aunque en esa ocasión se sumaron los reclamos por la falta de soluciones frente a la crisis económica. “Se manifestaron contra la construcción machista de la figura femenina del gobierno de Berlusconi y los medios de comunicación afines.”
Marcela Romero, de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (Atta), quiere saber qué opina la jurista italiana del matrimonio igualitario y de la Ley de Identidad de Género y por qué Italia no ha logrado aún esos avances. Tamar elige responderle con otra pregunta que lanza como un desafío. “Sin lugar a dudas ustedes son más avanzadxs. Pero hoy la pregunta es por qué lograron el matrimonio igualitario y no la despenalización del aborto. No hablo sólo de la Argentina, en Irlanda la cuestión del aborto es peor.” Romina Chiesa, responsable de salud sexual del Movimiento Evita, es contundente: “Me parece que hay una inoperancia política del movimiento feminista para instalar la discusión en los lugares y en los términos en que hay que instalarla. No fueron hábiles políticamente, le están pifiando por donde van. El movimiento feminista en la Argentina no está pudiendo incluir a las compañeras más humildes y a las trabajadoras a esas discusiones. Hasta que no las incluyamos al debate no vamos a poder profundizar esa cuestión”.
Tamar sonríe, sabe que el tenor del problema las ocupa y apasiona. Y comparte que “la libertad de la mujer de poder decidir sobre su propio cuerpo es algo mucho más importante y transversal. Atraviesa a todos los sectores sociales mucho más que el matrimonio igualitario, que resguarda a un sector de la sociedad, que es el que elige casarse. Pero la cuestión de la libertad es fundamental para las mujeres; la verdadera igualdad es la igualdad entre diferentes, se construye a partir de la consideración de esas diferencias, y la única diferencia hoy palpable entre un hombre y la mujer es la reproducción. Sin la libertad de decidir sobre si no hay igualdad. El aborto se enmarca en este concepto. Somos nosotras las que parimos hijos”.
Sobre el final de la tarde, una de las mujeres de este encuentro publica en Facebook un párrafo que la especialista había dicho en el foro del día anterior. “(Las legislaciones punitivistas son) una manera de victimizar a las mujeres, porque así ellas tienen menos libertad que los hombres. Esto es lo que habitualmente se ha hecho, se dijo que si las mujeres eran víctimas en la calle era por su culpa. Porque no debemos salir, pero en realidad también son amenazadas dentro de sus casas y en sus lugares de trabajo. Así se suman las victimizaciones, la búsqueda no es la de la esterilización del territorio urbano. Al revés, cuantas más mujeres son libres de circular por lugares públicos, estos lugares resultan seguros para todos. Mi conclusión es que al menos por ahora no se tiene que poner el énfasis en las políticas de seguridad entendidas como reducción de riesgos en la victimización de la criminalidad en la calle, sino al contrario, se tienen que hacer más políticas sociales orientadas a otorgar seguridad. En primer lugar a las personas que son consideradas más frágiles, como las mujeres, los niños, los ancianos, y luego para todos.”
En la Argentina muere una mujer cada 30 horas, víctima de las violencias machistas, lamenta Marcela Romero. Y Tamar se despide con una advertencia que promueve la reflexión colectiva. “Eso lo intentan reprimir los hombres. Son ellos los que se resisten a los avances de las mujeres.”
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