PLACERES
El sexo de Baco
Carmen Pérez conoce las prácticas sexista que vician
la cultura del vino. Ella ama esa bebida y, además,
es directora creativa del Fondo Vitivinícola de Mendoza.
Por Natalia Páez
Dos siglos antes de Cristo, Catón el Censor recordó a los romanos los preceptos a los que debían ajustarse: “El hombre es el juez de su esposa y sus dictámenes no pueden ser apelados. Si ella comete adulterio o si la sorprenden bebiendo vino, su marido tiene el deber de matarla”. Dos milenios después de Cristo, y a pesar de los avances, el mundo del vino sigue siendo un reducto masculino. El marido no mata a su mujer si bebe, pero se espera que él sea quien elija el vino.
Aunque lentamente –y no sin complicaciones– las mujeres van ganando lugares en las viñas, en las bodegas, en los laboratorios, en los medios. De hecho, Mendoza, la principal provincia productora de vinos del país, tiene como ministra de Economía a Laura Montero, una agrónoma que viene del sector vitivinícola. Sin embargo, no todo en esta vida es un vino de postre: dulzón y suavecito.
Carmen Pérez tiene 29 años, bebe mucho y no calla. Dirige la revista de economía vitivinícola Estrategias & Mercados. Participó en la redacción de los libros Vinos de Argentina, del afamado enólogo francés Michel Rolland, y La vitivinicultura hace escuela, manual para docentes. Es autora de la Guía de Bodegas y Vinos 2004, de editorial Caviar Bleu; es directora creativa del Fondo Vitivinícola Mendoza, organismo dedicado a la promoción del consumo de vinos. Fue jurado en degustaciones regionales e internacionales. Y dicta cursos de degustación.
–Aunque sea por un objetivo de mercado, ¿no se pensó en cómo abolir las prácticas sexistas que rodean a la cultura del vino?
–Desde el punto de vista de la publicidad, es curioso el hecho de que en los últimos años el mundo del vino haya “descubierto” el enorme nicho de consumo que representan las mujeres. Pero el efecto sexista es más que evidente cuando las muestran no en una actitud adquisitiva, sino como una muñequita decorativa que agrega glamour a la pieza publicitaria. Que hoy veamos más mujeres –jóvenes y bellas– en las publicidades de vinos no quiere decir que se han dejado de lado las prácticas sexistas. En medio del boom del negocio vitivinícola muchas de ellas todavía gozan de buena salud.
–¿Cuáles son las más recurrentes?
–No habrá igualdad mientras en un restaurante la carta de vinos se la den a él, mientras no nos dejen descorchar –como si el sacacorchos fuera una herramienta de difícil manejo para nuestro género–. Pierdo la paciencia cuando voy a una vinoteca y al elegir una botella me preguntan “¿es para su marido?”. El saber que implica la cultura del vino ya no es excluyente y masculino: nosotras también elegimos, compramos, degustamos, sugerimos, descorchamos y brindamos.
–Es una vieja costumbre...
–En la cultura romana, las mujeres no podían beber vino excepto con fines religiosos. Supongo que esta prohibición deriva del temor a sus efectos desinhibidores. Recuerdo un indignante proverbio chino: “Cuando bebáis vino con vuestros amigos, alojad a vuestras mujeres en los patios del fondo, porque si no, con sus risas y cuchicheos os perturbarán y no podréis disfrutarlos”.
–También está el mito de que las mujeres sólo beben vinos blancos, dulces y ligeros.
–En más de una ocasión hemos escuchado a un enólogo decir ante un vino ligero, de poco carácter, que se trata de un vino para mujeres o “afeminado”. En el fondo de este mito subyace el hecho de que la cultura del vino ha estado ligada a un saber que por mucho tiempo se reservó a los hombres. De ahí que sólo quien posee ese saber puede aspirar a los vinos más complejos.
–Un columnista de la revista Master Wine formó la Cofradía de los Caballeros de las Copas. ¿Qué opina de ellos?
–Sé que es un grupo en el que –por reglamento– se excluye a las mujeres y el argumento es que la decisión se tomó por “razón de prioridades”. Ya que si la cofradía las incluyera, éstas tendrían la prioridad en los intereses de los caballeros y se perdería atención en los vinos.
–Lo que no deja de ser una actitud sexista.
–Pero ellos dicen que no es así y para corroborarlo citan al australiano Alan Young, autor del libro Making Sense of Wine: “Las mujeres tienden a ser más conscientes de los colores que los varones –debido quizás a un entrenamiento temprano desde la niñez, particularmente en relación con la tonalidad y textura de la tela del vestido–. No es sorpresivo que esta habilidad para distinguir les dé a las mujeres la delantera en lo que respecta distinguir color y limpidez”.
–¿Cuál es el porcentaje de mujeres que son jurado de vinos?
–En Vinandino 2003, que es el concurso de vinos más importante del Hemisferio Sur y se realiza cada dos años en Mendoza, había 12 mujeres de un total de 44 jurados. Pero la buena noticia es que la presidencia de la Federación de Grandes Concursos Internacionales de Vinos la tiene una mujer: la francesa Beatrice Da Ros.
–¿Y cuál es la participación femenina en Argentina?
–En nuestro país la primera escuela de sommeliers la abrió una mujer: Marina Beltrame. Entre las expertas de la primera hora están las periodistas Fanny Polimeni, editora de Cuisine & Vins; Elizabeth Checa, quien curiosamente por mucho tiempo firmó su columna sobre vinos en Clarín con seudónimo masculino y ahora es la editora de contenidos del El Gourmet.com.
–¿Cuál es la anécdota que más le impactó respecto de las prácticas sexistas del vino?
–Una reconocida enóloga y degustadora española, Isabel Mijares, me contó que cuando ella se graduó a fines de los ‘50 era muy mal vista una mujer dentro de la bodega, y mucho más si estaba menstruando: pensaban que el vino “se arruinaría” si una mujer “violaba” la puerta de la bodega.