Vie 23.04.2004
las12

INUTILíSIMO

Donde se come no se desentona

No, no pongan cara de otra vez sopa de cabellos de ángel que hay que llevarse a la boca sin hacer ruido: la mesa, como indica nuestro profesor Pedro N. Urcola, “es el lugar de prueba de las personas finas y educadas”, y bajo ningún pretexto “se pueden descuidar los modales corteses que se deben observar en las comidas”. Aunque parezca mentira, hay personas que llevan una vida mundana y “creyendo hacer gala de higiénicas, limpian los cubiertos con la servilleta antes de iniciar la comida”. Además de ser de muy mal tono, según se nos puntualiza en Comportamiento y cortesía, del susodicho Urcola, “es una acción poco galante que hace poco honor a la dueña de casa”. De manera que, obsesivos y obsesivas del mundo, a contener esos impulsos profilácticos (las servilletas, por otra parte, están llenas de microbios, ácaros y otros horribles bichitos, así que no lleven el microscopio a la mesa para observarlas).
Debido al relajo de costumbres que ha contaminado la conducta de los comensales, conviene recordar que “no se debe apoyar nunca en la mesa todo el antebrazo, y en ningún caso poner sobre ella los codos. Tampoco es correcto comer con un brazo sobre la falda” (ni sobre la propia ni sobre la ajena, por si hace falta decirlo).
Finalmente y para cerrar las imprescindibles instrucciones relativas al bien comer del día, unas sabias palabritas sobre el uso de los cubiertos, que exigen una formación casi académica. Veamos si no: “El cuchillo y el tenedor se toman empuñando el mango con los tres últimos dedos y adhiriendo a aquél el pulgar por el lado interior y el índice por encima. La cuchara se toma así: vuelta la palma de la mano hacia delante y un tanto hacia arriba, y manteniendo lo últimos tres dedos recogidos se hace descansar la cuchara en el dedo cordial (el mayor); el índice se recoge hasta quedar adherido al canto del mango y el pulgar caer, por último, sobre el extremo de dicho mango, pisándolo con la firmeza que sea necesaria para que la cuchara quede enteramente sujeta”. ¡Y nosotras, flor de inconscientes, que creíamos que para manejar los cubiertos sólo bastaba con un gesto automático y rutinario!

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