INUTILíSIMO
vacaciones jugadas en Mónaco
Por qué no unas vacaciones diferentes y elegantísimas en un sitio como el principado de Mónaco? Después de un año de acatar las sugerencias de esta sección, usted se ha merece visitar un paisito encantador y primoroso, cuya dinastía Grimaldi, reinante pero no gobernante, por suerte ya no le interesa a casi nadie. Porque, muerta Grace, se acabó el glamour hollywoodense. Sin embargo, quedó la incitante combinación de playa y juegos de azar, más el roce con gente rica y famosa. Sólo tiene que hacer algunas cuentas y elegir un buen plan de pagos que incluya viaje y hotel. En cuanto a la comida, muy cara, deberá arreglárselas con ligeros tentempiés: mire el lado positivo de la situación, ya que su silueta se verá favorecida y la distracción de la ruleta le impedirá pensar en manducar. Si se decide, aquí le brindamos algunas indicaciones de un entendido, André Beucler, que figuran en Savoir vivre international (Ediciones Castilla, Madrid, 1957).
Por ejemplo, conviene saber que si bien en Mónaco “todo está bajo el signo del juego”, hay que disimular: “Pase usted por delante del Casino como si se tratara de un edificio cualquiera, y entre en él como quien va de visita”. Y tenga presente que se debe hablar del principado como de un auténtico país, una nación, que lo tiene todo en su escala: “Un gobierno, una Constitución, un cuerpo diplomático, un ejército, un puerto, una ópera, una emisora de radio”. Un chiche.
Hay dos clases de súbditos, nos hace saber Beucler, los de siempre y los recién llegados. Con los primeros, que son los que nos pueden interesar, “jamás hay que hablar de temas de dinero sino más bien sobre las bondades de usos y costumbres de antaño”, “las ceremonias que hay que mantener, el abono de la ópera, las efemérides sociales”. Lo lindo de Mónaco es que parece una especie de gran club, donde se puede acceder a “los secretos de los happy few gracias a masajistas, coiffeurs y croupiers que los tratan de cerca”. Según Beucler, en Montecarlo “se codean todos: los ricos que a veces se quedan sin dinero para tomar el tren, las estrellas divorciadas, aventureros y aventureras”. Por lo cual, “hay que tomar precauciones y documentarse antes de hacer amistades”, puesto que en el principado, aunque circulan personas decentes, “no escasean truhanes y maleantes”. En consecuencia, dése usted cada tanto un bañito de sol y de mar, vaya después del té a la ruleta y a la noche estacione en el bacará, “pero si le interesa ser bien recibida en sociedad, ponga mucho cuidado en saber a quién le estrecha la mano”. Aunque, seamos sinceras, lo que en realidad a usted le encantaría es hacer saltar la banca. Suerte, pues.