INUTILíSIMO
Hay un tema de capital importancia en la vida social que rara vez se encara con la franqueza y el sentido práctico con que lo hace Leticia Vigil en su libro Buenas maneras (Vergara, Buenos Aires, 1991): los invitados y/o las invitadas impresentables que, por distintas causas, pueden arruinar la reunión más selecta y mejor organizada, creando incomodidad y tensiones. En casi todos los casos, la señora Vigil indica borrar a estas personas de nuestras listas, pero también nos brinda algunas tablas de salvación para salir del paso en situaciones imprevistas. Porque casi siempre hay una manera de salir elegantemente del incordio, según las diversas categorías de indeseables, a saber:
a) El aburrido. Es decir el invitado lacónico, abúlico, al que los ratones parecen haberle comido la lengua: lo más apropiado será que uno de los dueños de casa se haga cargo personalmente, tratando de estimular la conversación sobre un tema que despabile este tipo de languidez que puede crear malestar en la mesa.
b) El borracho empedernido. Pertenece a esa clase de bebedores que a medida que escancian, se vuelven cada vez más camorreros, agresivos. La mejor solución: tratar, con la ayuda de alguien de confianza, de que se vaya lo antes posible.
c) El seductor automático. El donjuán impenitente de cualquier edad que se siente obligado a “ejercer” con todas las damas que se le crucen, o la señorita desubicada (como la de la foto) que se presenta con ropa muy provocativa y exhibe sus piernas a un marido ajeno, coqueteando con irresponsable descaro. Son personajes que deben ser interrumpidos en sus maniobras, con cualquier pretexto, por los anfitriones.
d) El beligerante. Es la persona explosiva y muy dogmática que salta como leche hervida ante temas relativos a la religión, la política, la moral. Si el intento de cambiarles de tema no resulta, habrá que armarse de paciencia china.
e) El exótico. Puede tratarse de un invitado extranjero, finlandés por caso, cuyo idioma ninguno de los presentes conoce, ni siquiera el amigo que lo trajo porque no sabía qué hacer con él. Instancia difícil para el ama de casa que puede resolver el problema consiguiendo rápidamente un diccionario de finlandés.
f) El demasiado entusiasta. Dentro de la galería de aguafiestas está el señor empeñado en cantar o la señorita que a toda costa quiere bailar flamenco. Frente a este histrionismo incontrolable, no quedará otra que duplicar la apuesta y hacer sonar un disco que los abrume, quitándoles las ganas de actuar: por ejemplo, la escena de la locura de Lucia de Lamermoor, a todo volumen. Si tienen la de Maria Callas, mejor que mejor.
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