INUTILíSIMO
Como las perseverantes lectoras de esta sección ya saben, la Sección Femenina creada en tiempos del franquismo se empeñó en educar a la mujer durante 40 años, poniendo siempre el acento sobre las clásicas virtudes tenidas por femeninas, entre las cuales la piedad religiosa era considerada el pilar más importante, fuente de todo decoro y toda prudencia. De ahí que la primera comunión se considerase un acto de suma trascendencia al cual habían de concurrir las colegialas “cuyas almas habían preparado las monjas, dejándolas más bonitas que velo de gasa” (Revista Medina de la Sección Femenina, 4-4-1943). Naturalmente, antes del accionar de las monjas, “vosotras, como buenas madres cristiana y españolas, tenéis la obligación de enseñar a vuestros hijos en los primeros meses de vida a hacer la señal de la cruz y darles la primera idea de Dios y, al mismo tiempo, como buenas madres nacionalsindicalistas debéis enseñarles desde pequeñitos a saludar con el brazo en alto y darles las primeras nociones de la doctrina de la Falange”. (Guía de las madres nacionalsindicalistas, 1940.)
Así pues, Iglesia oficial y gobierno militar dogmáticamente unidos –no sería la primera ni la última vez, huelga decirlo– ponían a las mujeres en su lugar, trabajando conjuntamente “en base a una sumisión respetuosa y amorosa a la jerarquía, cuyas direcciones y consignas serán sagradas para ellas” (Enciclopedia Elemental, 1957). Desde luego, se proponía, perdón, se imponía la aplicación de la liturgia más tradicional, “más segura y más libre de extravíos y extravagancias”. Para entrar en la iglesia, se exigían los brazos totalmente cubiertos y los puños abrochados, el uso del misal y, no hace falta decirlo, en la cabeza “el atavío nacional”, la mantilla.
Las diversas publicaciones católicas aliadas al franquismo no ocultan a las mujeres que existe el despreciable mundo del pecado. Ellas deben saber “que existen los vicios, las pasiones, los amores prohibidos, lo más triste y feo de la humanidad, reñido con los anhelos de limpieza moral” (Manual de Economía Doméstica para el Magisterio y Bachillerato, 1968, según la excelente recopilación –al igual que todos los textos citados aquí– de Luis Otero, en La Sección Femenina, Edhasa, Madrid, 1999 ). Y por si fuesen necesarios mayores argumentos, el padre García Figar pontifica de esta guisa en la Revista Medina del 12-8-1945: “La mujer sensual tiene los ojos hundidos, las mejillas descoloridas, transparentes las orejas, la barbilla en punta, seca la boca, sudorosas las manos, quebrado el talle, inseguro el paso y triste todo su ser... Es como una barquilla a merced de las olas”. Luego de esta acoquinante descripción, ¿alguna de vosotras se atrevería a pecar de hecho o tan siquiera a permitir que su imaginación se pueble de imágenes lascivas?
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