Es un estado del que resulta arduo salir, en especial cuando se ha llegado allí caminando con paso cansino y pensando, tal vez, en que el mundo es un lugar en blanco y negro en el que si el bien no triunfa es porque el mal no quiere. Pregúntenle, si pueden, al señor Eduardo Feinmann, que todavía debe estar intentando reponerse del golpe de vida real que le consiguió el movilero de su programa de radio el lunes pasado, a propósito de moralizar sobre las conveniencias de una zona roja y el Código de Convivencia. Dijo el Sr. F. a su movilero que, por favor, le permitiera conversar con una de las prostitutas de avenida Pavón.
Ella: Estoy trabajando, tengo que comer, y tengo que dar de comer a mis seis hijos.
F.: ¡¿Seis hijos?!
Ella: Sí, y estoy esperando el séptimo.
F.: ¿En qué mes de embarazo está?
Ella: En el sexto mes.