Nació en Roma, pero se crió entre Munich y Niza. Hasta ahí, sencillamente podríamos decir que nosotras, chicas de mundillo más que de mundo (no seríamos tan temerarias como para afirmar que de casa al trabajo y del trabajo a casa, pero a decir verdad no ostentamos escalas tan largas, ni tan cool, ni tan modernamente retro. No somos chicas de escalas, bah) no nos parecemos demasiado a Sabina Sciubba. De acuerdo, la envidiamos, pero vayan guardando las lecturas simplistas porque el asunto no termina ahí. La chica es la voz de Brazilian Girls, una de las bandas más elegantes del momento –que tocará el martes en un show exclusivo, auspiciado por una marca de ron–, y canta en cinco idiomas cinco: alemán, francés, italiano, español e inglés. A partir de ahí es que teje un glam multicultural del que está tan pero tan segura como para construir su presencia escénica echando mano a cierta ironía chic. A saber: siendo adecuadamente bella para una banda adecuadamente capaz de explotar el carisma de bandita de mundo que exudan (tienen temas que combinan reggae, jazz y bossa nova; el grupo se completa con el argentino Didi Gutman, el californiano Jesse Murphy y el kansiano –¿se dirá así a la gente de Kansas?– Aaron Johnston), prefiere jugar y hacer del velo virtud. Vale decir, en los shows ella esconde su caripela detrás de antifaces, mientras juega a la cantatrice fatale y de sensualidad un poco –por qué no decirlo– aparatosa; en los videos, no sólo se oculta sino que también ¡juega a ser fea! Entonces, retomando nuestra negación a la lectura simplista: a una chica así la gente como una no la envidia, caramba, la respeta bien respetada.