MONDO FISHON
› Por Victoria Lescano
En el contexto de la semana de presentaciones del calendario de alta costura con epicentro en París, el 2 de julio la firma Christian Dior –desde hace una década bajo labores creativas del excéntrico John Galliano– escogió como locación al palacio de Versailles, cuya Orangerie decorada en gris y blanco cobijó una superproducción con sesenta pasadas en tributo a los sesenta años de la firma.
En el comienzo, por la pasarela de ciento cincuenta metros de longitud, volvió el New Look, estilo creado por el maestro Dior en febrero de 1947 en un contexto de racionamiento y que remite a sacos entallados con faldas de veinte metros de circunferencia. Lo rememoraron trajes en negro y blanco y negro con cintura avispa que vistieron a Giselle Bundchen y Raquel Zimmerman, emulando los efectos y el dramatismo en black and white que el fotógrafo Irving Penn usó para reflejar esa moda revolucionaria (Penn solía hacer posar a las modelos frente a casas devastadas por la guerra, un recurso que continuó haciendo David LaChapelle con ojos pop y diseños de comienzos de 2000).
Lo que siguió fue una mezcla de atuendos extravaganza con citas a la historia del arte y homenajes a dibujantes célebres. Se vieron trajes blancos con estampas rescatadas de Eric, Berard y Cocteau y prints en alta costura con influencias de retratos impresionistas.
Linda Evangelista y Shalom Harlow modelaron vestidos rimbombantes en rojo sangre o verde esmeralda. La modelo argentina Romina Lanaro lució maxivestido con superposición de volados en tonos dorados; Naomi Campbell modeló un atuendo en color pastel, austero entre tanto maximalismo, y entre pasadas de vestidos colosales –algunos dignos de muñecas de tortas o noches de ópera– emergieron homenajes a Goya y Zurbarán y otros grandes autores de la escuela española.
El crisol de superlooks admitió tocados con forma de mantillas, un traje rojo con brocatos acordes con una mujer torera. El soundtrack fue flamenco y los festejos incluyeron bailarines y una orquesta en vivo. Galliano declaró que para el desarrollo de la colección volvió a mirar en sus raíces españolas, y también que fue un tributo a dos creadores de moda que murieron muy jóvenes: al señor Dior y a Steven Robinson, un creativo que lideraba su staff de diseño y murió en abril. Ah, sobre el final salió a saludar vestido con un traje de torero hecho a su medida.
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