MONDO FISHON
› Por Victoria Lescano
En el comienzo del fashion show, Marc Jacobs salió a saludar, casi al ritmo de un trote con banda sonora de Bolero de Ravel, luego de una invasión en pasarela de todas las modelos con sus ropas y looks —57 para ser precisa— ideados para la primavera y el verano 2008 (cuyas reinterpretaciones arribarán al Hemisferio Sur un año después) exhibidos de atrás hacia delante. Primero la ropa de noche y alta costura, luego el cocktail y la ropa de tarde y por último la ropa de día. Todo remixado de un modo provocador, casi inédito: un jogging marrón debajo de un vestido de noche rojo, sobre un par de tacos negros con punta rosa y a modo de superposición un trench coat celeste turquesa. Y como ornamento, un tocado negro que culminaba en antifaz. O bien la simulación de estampa de una bombacha sobre una remera encimada a una falda que cae mal, casi a medio vestir, plus guantes turquesas.
Los críticos de moda hablaron de surrealismo y de reflexión sobre el acto de vestirse y desvestirse, porque mientras que las modelos lucían ya un viso con trompe l’oeil de ropa interior, una simple remera de club de fútbol que simulaba haber sido robada del placard de un novio, o un exótico vestido en guipure, dos pantallas proyectaban a la modelo en cuestión ataviada en conjunto de ropa interior.
Pero Jacobs —quien suele inspirarse en los modismos de sus amigas: la directora Sofia Coppola o la estilista Venetia Scott— se limitó a decir: “Fue un modo de homenajear a las distintas mujeres que consumen mis ropas, de las vamps y las extravagantes a las más clásicas”.
La escena transcurrió el pasado 10 de septiembre a las 11 de la mañana en el cronograma de la Semana de la Moda de Nueva York, donde el pase de modas del creador nacido en 1963 y graduado en la Parson School of Design fue el más esperado por los analistas y los seguidores de tendencias.
Jacobs, quien se desempeña también como director creativo de la marca Louis Vuitton, construyó un estilo en las fusiones de placards de la Quinta Avenida con los recursos de los habitúes de clubes nocturnos.
Y otro destacado de la moda norteamericana equivalente al happening de Jacobs fue la presentación de Misshapes, un libro que documenta los estilos y las extravagancias del club nocturno homónimo, que frecuentaron de Madonna a Yoko Ono y donde la consigna son las rarezas, a las que alude en el prólogo el músico Jarvis Cocker: “Son los chocolates con errores, no lo suficientemente perfectos como para ir a una caja de lujo, pero esos que resultan más intrigantes”.
Las remeras con slogans combinadas con máscaras, los falsos kimonos, los vestidos de papel dorado o de tafeta fucsia confeccionados por bailarinas y diseñadores amateur allí documentados son los que citan los diseñadores de Londres y París, y también los de Nueva York, para llevar luego a sus creaciones para pasarelas.
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