EL MEGáFONO
por * Magdalena Gonzalez
Estamos en una época de brutal incremento del tráfico de mujeres, donde es común que el proxenetismo traspase el límite hasta llegar al secuestro. Dice Yoly: “Me entregó mi novio, me drogaron, me sacaron fotos, fui cayendo cada vez más y un día desaparecí. Yo no quiero que mi madre vea esto. Yo acá la única forma de escape que tengo es la muerte porque aparte estoy amenazada”. La salida de la situación de prostitución, aun en los casos en los que no hay secuestro, se hace muy difícil, pues los tremendos actos de violencia que se realizan contra estas mujeres las convencen de que no pueden aspirar de ninguna manera a recuperar su vida anterior, y es este convencimiento el que les produce pérdida de esperanza y les quita el deseo de luchar. Mientras tanto, el discurso distorsionador del proxeneta encubre tales fines con excusas ante la sociedad: “a ellas les gusta”, “lo hacen conmigo o lo hacen igual”, “en realidad las protegemos”, “sin nosotros no sabrían qué hacer”, “tienen una buena vida”, “es para lo único que sirven”.
Esta producción de imaginario social que muestra la prostitución como una “buena” alternativa, tiene en la actualidad su epicentro en los medios de comunicación. A pesar del daño profundo que produce en quien la ejerce (Ver “La otra tortura”, Página/12, 9 de junio de 2005), se realiza una banalización de esa actividad para que opere como publicidad para el reclutamiento. Con este fin muestran esta actividad como si se tratara de material erótico. Así es como, con una actitud alegre y liviana, en nombre del desprejuicio, se reduce a la mujer a mera materia prima, para que el varón la someta. Esto se presenta de modo tal que cualquier otra posición al respecto es considerada “reaccionaria”. El proxenetismo pretende que este sometimiento aparezca como una elección de ellas, cuando obviamente, si hubiera una instancia de elección, siempre sería dentro del mal menor. En la realidad, la pobreza y el tráfico dan cuenta estadísticamente de la prostitución en las mujeres.
En este sentido podemos ver la diferencia entre la afirmación de Sonia Sánchez y los comentarios de un grupo de hombres(2): “Un cliente se transforma en un cliente porque paga. Está haciendo una transacción comercial”; “hay cosas que moralmente no se hacen con una persona querida, pero que con una prostituta ni lo pensás porque está para eso, no lo vas a hacer con la madre de tus hijos”. Aquí encontramos dos aspectos disociados en la cultura y en el individuo: lo que para estos varones no es “moral” con la persona querida –su sexualidad de dominio–, con la mujer a la que prostituyen esa “inmoralidad” queda negada. Además, es importante subrayar aquí que los mal llamados clientes son corresponsables con los proxenetas del fenómeno de prostituir a las mujeres. En los testimonios de los entrevistados se ve claramente la justificación de la prostitución a través del pretendido desconocimiento del daño que produce y del supuesto consentimiento de las mujeres. Estos son los pilares en los que se asienta la propuesta de reglamentar la prostitución y de legitimar la práctica de los proxenetas, dándole el nombre de “trabajo”.
Al respecto, la directora de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres de Australia, Sheyla Jeffries, muestra que en ese país las consecuencias de la reglamentación fueron opuestas a los argumentos que impulsaron esas leyes: los lugares de prostitución ilegales son el 80 % del total, pues las mismas mafias siguen a cargo, con la ventaja de tener un lugar legal como pantalla. La legalización y despenalización de los proxenetas llevó al aumento de la prostitución. El número de mujeres que ejercen laprostitución en la calle ha aumentado rápidamente, ya que en los prostíbulos no pueden elegir con quién realizar la práctica. Los jóvenes son formados en una conducta de prostitución, con el consiguiente empobrecimiento en la posibilidad de desarrollar una sexualidad vinculante, dañando a la sociedad toda.
Como podemos ver, los argumentos a favor de la reglamentación de la prostitución quedan ampliamente refutados por la realidad. La prostitución no es un trabajo. Como dice Sonia Sánchez: “La prostitución (...) es una violación de todos tus derechos”.
Como se ve, lo más importante a tener en cuenta en cuanto a la prostitución es que el criterio de consentimiento es una ficción asociada al intento de manipulación del imaginario social. Esta manipulación es una réplica de lo que el proxenetismo viene realizando en las mujeres prostituidas por ellos. Por todo esto es preciso que como sociedad podamos poner en tela de juicio nuestro propio imaginario con el fin de desarrollar una perspectiva más cercana a la realidad de la problemática que nos incluye a todos y todas. Tal vez esto nos permita revertir el mito de que la prostitución no tiene vuelta atrás porque es “antigua como el mundo”.
* Lic. en psicología.
Notas
(1) Integrante de AMMAR - Capital.
(2) Investigación de Imaginario Social realizada con técnica de Grupos Motivacionales.
por * Cristina Fridman
Durante muchísimos años, casi todos los de mi vida, las mujeres, también los hombres –en la sociedad occidental y judeocristiana–, vivieron de las sobras de las informaciones que a escondidas y entre páginas de algún libro oculto en alguna biblioteca, o del chisme de los pares del momento se pudieran recoger como elixires de saberes escasos sobre el arte de amar.
Y de tanto hurgar en las sombras, un día el sida hizo salir a la luz todo lo apretado entre los dientes y las piernas y las manos y los ojos de tantas generaciones iletradas en copular. Como no podía ser de otra forma, el reactivo fue pasar a hablar y a escribir tanto , que kilómetros y kilómetros de papel y tinta y espacios de realidad virtual se empaparon de este gran tema adeudado.
Los derechos sexuales forman parte de los derechos humanos, al decir de Mari Londoño, quizás el más humano de todos los derechos, pero que existan no quiere decir que se reconozcan y promuevan. En parte los medios gráficos y televisivos rinden mucho económicamente cuando de ello tratan. No importa cómo traten. Es más, una gran mayoría de veces, es deplorable la manera de encarar los temas, por falta de preparación del que lo realiza o por falta de estilo en la comunicación con la audiencia elegida, o ambos a la vez. Además quien comunica debe tener en la televisión – cuando hacen los castings– dos lolas y un trasero muy bonito, más que claros contenidos a verter.
Si además de cocinar (antes era coser, bordar y abrir la puerta para ir a jugar) se ayuda a “construir” una mujer más hábil en el conocimiento de su cuerpo, su anatomía y fisiología y sus derechos, en el ejercicio del género, en el uso del placer, y en el despliegue de los afectos, la destinataria del mensaje no necesariamente va a repetir la receta de la postura del Kamasutra, sino que podrá inventar poses que le gusten para hacer el amor a su modo. Es decir, puede agregar grados de libertad, más que aprisionar en moldes de torta “kamasutra 40 minutos de horno suave” o “yo por mí no hago nada”.
También es cierto que el sexo se convirtió en presión. Tanto hablamos de cuántos orgasmos, de tantas poses, de tantos partenaires, de tantas enfermedades, que de ese licuado puede quedar que la chica en cuestión piense que si no hace el amor o sólo tiene sexo porque le gusta, una vez por semana y tiene 25 años, “debe consultar por falta de deseo al especialista”.
Siempre tendremos resultados no deseados como ése, y también otro que podría titularse “qué lindo saber que uno puede pasarla bomba sin tener nada que empeñar de su identidad como mujer por relacionarse sexualmente con un hombre o con quien le guste”, “qué importante planificar si deseo un hijo, y cuándo”.
Si deseamos obtener placer, autonomía, y ejercicio responsable de nuestra sexualidad, la información no dañará. Puede saturar.
La consulta femenina es mucho más frecuente y oportuna hoy en día que antaño, en parte, porque las mujeres saben que la sexualidad les pertenece de derecho propio, y no como mecanismo de insuflar placer a los hombres —maridos– proveedores de otrora que había que conservar. Además las mujeres trabajan, y suelen tener sus propias obras sociales que cada vez más reconocen la especialidad como tal.
La sexualidad la escribimos entre todos, todos los días,”no es de esta manera para siempre”. Y algunos productores o directores en tv y cable son guionistas recidivantes, escriben y venden. Pareciera que en público –a la mujer– se le pueden enseñar muchas recetas amorosas, pero al varón no se le debe enseñar nada, seguramente nació sabiendo todo. “Siempre listo, boy scout.”
* Socióloga. Especialista en Educación Sexual.
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