URBANIDADES
› Por Marta Dillon
La verdad es que no es éste un momento cómodo para cronistas. El paisaje cotidiano se retoba, sobre todo para quienes alguna vez creímos que existe un lugar correcto en el que estar (ya sé, error propio, no más ni menos). Verdades aprendidas y desaprendidas más o menos, hay algo de hiel en el trago que estamos digiriendo en esta semana. Ningún lamento por la vida política de Aníbal Ibarra, no nos confundamos. Es ese modo de ser padre/madre que enarbolan los deudos de Cromañón lo que hace tan difícil de bajar las imágenes de la Legislatura, no en llamas, pero sí ardiendo con una crispación que recuerda a los ahorristas de veranos anteriores y cacerolazos también encendidos pero a los que rápidamente se les mojó la pólvora. No voy a entrar en las prerrogativas de la clase media porteña, ni en la lección mal aprendida de estos padres/madres de tantas otras y otros que se tomaron su tiempo para entender quiénes eran sus hijos e hijas. Digo que estoy incómoda porque no se puede aludir al dolor y manifestarse feliz y (agradecido/a a los hijos e hijas muertos) por la suspensión de un jefe de Gobierno. Porque no patear hacia afuera es, como siempre, apuntar la sospecha lejos de casa, como cuando se disculpa al ingeniero del gatillo fácil o se llora por el espanto descubierto demasiado tarde cuando en realidad lo único que se hizo antes fue mirar a otro lado. Y esa autocrítica para qué. Mi pregunta es cómo estos padres/madres mirarían a sus hijos/hijas mientras vivían. Cuántas cosas los hubieran espantado de sus conductas y sus placeres, cómo ahora se está dibujando una línea plana de sus vidas como si sólo hubieran sido víctimas. Me acuerdo de tantos pibes llenándose de porro y cerveza para poder digerir ellos la mesa familiar y el voto conservador y el espanto por los chorros y las ganas de matarlos a todos, a todos que también eran los propios hijos. Me acuerdo, por caso, de un amigo que muriendo les decía a sus padres (clase media del conurbano, en franca decadencia como todos nosotros) "ustedes no querían un hijo puto, ahora tienen uno con sida que se va a morir". Algo de eso hay en la bengala que se tira al cielo cerrado de un galpón oscuro. Algo de eso debe haber en la desesperación por encontrar un culpable lejos de casa, ese que algo habrá hecho.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux