Vie 27.10.2006
las12

VISTO Y LEíDO

De ideales también se vive

› Por Liliana Viola

Pigtopia
Kitty Fitzgerald
Ed. Mondadori
240 páginas
$ 28

La irlandesa Kitty Fitzgerald finalmente ha conseguido llamar la atención del circuito literario. Su cuarta novela ya se ha traducido a 15 idiomas, respetando en todos los casos el título original Pigtopia.

Cerdo –pig– es un insulto. También una comida. El personaje rosado y simpático de los cuentos infantiles. Tal vez sea el más ambivalente de los animales de la granja: más fácil de adiestrar que perros y caballos, y con fama de bestia, descontrolado, incapaz de apreciar nada, ni mucho menos margaritas. Pigtopia juega constantemente con esta dualidad y construye una especie de fábula donde animales y personas, cerdos y flores, comparten lo más atroz y lo más tierno. La historia comienza del lado de Jack Plum, un muchacho de 30 años, deforme, con problemas motrices y sobre todo solitario, considerado el “monstruo” por los chicos del barrio y que vive condenado a tolerar a su madre alcohólica, tuberculosa y abandonada. Un mal parto que no puede dejar de recordar sin resentimiento la ha dejado inválida. La virulencia de los insultos, el mal olor de esa mujer que grita y escupe constantemente es el primer chiquero. Luego, el paraíso de los cerdos, un criadero que Plum ha construido a escondidas de todo el pueblo y de su propia madre, recluido en la naturaleza de Pardes Word y al amparo de las máximas y consejos de su padre, un caballero idealizado que se ha ido. La historia continúa del lado de Holly Lock, una chica de 14 años que no se siente confortable con los rebaños que forman los chicos de su edad. Tiene una madre ideal, también sola, que parece cumplir con todos los requisitos que dicta la vulgata del psicoanálisis hasta que de pronto, al ponerse de novia otra vez, demostrará que es una adulta capaz de fallar. Pum detecta a la niña desde la ventana y la elige en secreto entre la multitud que conforma ese “mundo de los cerdícolas”. La amistad entre estos dos personajes unidos por su dificultad para encajar en el mundo es el cuerpo de esta fábula que parece escrita especialmente para adolescentes y padres. El punto de vista, venga de él o de ella, siempre es infantil y sabio por eso. El lado de los adultos, corroído por los prejuicios y el doblez. Quien haya leído Rebelión en la granja o El señor de las moscas presiente desde las primeras páginas que esta historia de la fraternidad que intenta construir un mundo tan rosa como el hocico de los cerdos, tiene que terminar mal. Quien conozca los prejuicios y los miedos de una sociedad que condena antes de mirar, también sabe cómo termina esta historia.

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