VISTO Y LEíDO
› Por Liliana Viola
Emily Dubberley
Solo quiero sexo
Ed. Debolsillo
254 páginas
Hay mujeres que corren con lobos, mujeres que se dejan comer por lobos y mujeres que se disfrazan de lobos para comer un poco más que otras mujeres. A esta última categoría pertenece Emily Dubberley, editora de Scarlet, revista de sexo para chicas, fundadora de cliterati.co.uk y experta consejera sexual vía SMS para varias empresas. Atención, entonces, porque acaba de llegar a las mesas de autoayuda de este país, en una traducción española de lo más guarra, su pequeño manual de instrucciones que enseña paso a paso cómo tener sexo sin amor. ¿Eso era lo difícil? Las mujeres, parece ser, podrán liberarse del yugo masculino y de los que se les dé la gana, pero difícilmente se librarán alguna vez de esta voz innegablemente femenina que dice lo que hay que hacer incluyendo iluminaciones tales como cambiarse la bombacha antes de salir. Los consejos van desde los más clásicos –“Es mejor responder negativamente a la vieja frase ¿Te apetece una copa? Porque por desgracia hay cada vez más casos de bebidas cargadas”– a los más novedosos –“Si tanto te preocupa a qué sabe una mujer, pues métete el dedo y prueba. Las relaciones lésbicas los excitan. Una escuela de pensamiento dice que rubias, morochas y pelirrojas tienen diferentes sabores, así que si le temes a lo nuevo, limítate a tu color de pelo”.
Mientras los varones sufren el desconcierto ante su propia masculinidad impelida a desechar los gestos más recalcitrantes del machismo, la autora recoge cada uno de estos despojos y propone que las Cenicientas se los calcen, así usados y malolientes como deben de estar, para salir a cazar “tíos”. Claro que para eso habrá que encontrarlos, excitarlos, complacerlos, re-educarlos y olvidarlos. Combinando la lectura más obtusa del feminismo con la sumisión a lo políticamente correcto, dedica su libro a “Gabrielle Fallopius, que inventó el condón convirtiendo así el sexo ocasional en una opción viable”, aconseja a las menores de edad dedicarse por unos años más a la masturbación, les dice a las casadas que pueden meter cuernos a sus maridos porque, aunque está mal, muchas lo hacen, y advierte que el 20% de los americanos que salen de vacaciones a playas soleadas están disponibles pero sufren de herpes oral.
Este manual de sexo sin compromiso, curiosamente, dedica un capítulo entero a la masturbación, donde despliega una batería de bricolage sexual con ideas súper: “puedes cabalgar sobre el brazo del sofá” y “un dedo puede ser suficiente para pasarla bien pero ¿por qué conformarse con eso si hay tantos juguetes sexuales?”.
Lo más excitante y divertido de todo esto resulta imaginar un día en la vida de la lectora obediente de este libro. Pero Dubberley también lo ha hecho y por eso escribe: “Olvídate de los libros de autoayuda. Es preferible una novela emocionante o uno de tu autor favorito. Antes de darte cuenta, estarás inmersa en las vidas de sus personajes y habrás olvidado que estás sola”. Después no digan que no avisó.
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