VISTO Y LEíDO
› Por Liliana Viola
Tokonoma 12
Series Tokonoma
Amalia Sato (editora)
107 páginas
Apareció el número 12 de Tokonoma, una revista anual, un libro, o mejor dicho un ambiente especial, con piso apenas sobrelevado, que deberá hallarse en una de las habitaciones de las casas japonesas, recinto donde ocurra algo.
Este habitáculo, ornamento y divulgación es abierto al público una vez al año por su anfitriona, Amalia Sato, editora, traductora y licenciada en Letras que siempre aporta, además, algún artículo relacionado con la cultura japonesa. Esta vez, por ejemplo, ofrece un panorama sobre el Kamishibai, el teatro de papel, una forma de arte teatral callejero, propio de la década del ‘30. De pronto, por hábil asociación, deambulan por allí personajes irremediablemente extraños y atractivos, como los narradores, oradores, explicadores de películas mudas. Oficio que continúa y que resulta irreal. Seguramente sea verdad aquello que una y otra vez aparece como comentario o digresión en Tokonoma, y entonces Japón sea una invención occidental, armada por unos pocos y seguida por una mayoría esperanzada sedienta de aventura. Lo cierto es que en las páginas de esta revista literaria pueden hallarse reunidos trabajos en proceso de construcción con un ensayo sobre cine, como el que en este número Mario Levin hace de las obras de Ozu y de Sokurov, poemas –Francisco Garamona, Mercedes Roffé, y María Lucía Verdi–, también anécdotas homenajes como el del encuentro entre Gombrowicz y Jorge Di Paola, y un recuperado diario de un viaje a Tokio que emprendieron como dos locos Guillermo Quartucci con una amiga en los tardíos años ‘70, para regresar y encontrarse con la dictadura argentina.
Dan más encanto aún a la serie el cuento sugestivo de Anna Kazumi Stahl y el interesante artículo “Tokio como software”, sobre una segunda vida que ofrece Internet desde Japón, por Rafael Cippolini.
Museos, ferias americanas, suelen despertar en el buscador occidental esta adrenalina por encontrar algo mágico que llevarse, que nunca se sabe muy bien qué será. Eso pasa con Tokonoma, ya desde la tapa diseñada por Alejandro Ros. Tal vez en el próximo número sabremos cuál es el equivalente a esta magia en las calles de Japón.
¿Será aquí, en Tokonoma, donde las alucinaciones de Occidente se aquieten y dejen un mejor paso a la verdad? Quién lo sabe.
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