VISTO Y LEíDO
› Por Liliana Viola
La babel del sur
Raquel Orella
Editorial Nuevos tiempos
150 páginas
Rosina Moretti es italiana, tiene 23 años, está vestida de odalisca, es prostituta y está muerta. Constituye además, una noticia en la sección de policiales en un diario porteño de principios de siglo. Para la autora, la suerte que corre esta muchacha seguida de la investigación policial que devela entramados políticos, prejuicios machistas, la situación de la mujer víctima tanto en las relaciones de trata como en las relaciones sexuales, constituye material suficiente para una denuncia. Y de ahí el resultado: una denuncia bajo apariencia de ficción.
La novela se dispara como una alegoría. Exige atar cabos y reflexionar sobre lo poco que ha cambiado la situación de ciertas mujeres a pesar del paso de un siglo entero, detalles costumbristas más, costumbres menos.
Como dice en el prólogo Diana Maffía “en un trasfondo perfectamente documentado de la Argentina de un siglo atrás, Raquel Orella nos ofrece un relato que pone luz precisamente sobre lo que la sociedad hipócrita necesita mantener en silencio”. Una página final que consigna la bibliografía consultada da cuenta de lo que a lo largo del texto también se ha hecho explícito a través de epígrafes, citas textuales, bastardillas: la historia está apoyada en una reconstrucción de personajes, usos y costumbres. Una época en la que la imaginación de una clase burguesa en plena formación estaba delineada por las ficciones de Cambaceres, Manuel Gálvez, el lunfardo, las costumbres de los inmigrantes en ascenso, las luchas anarquistas, la represión. Citas, lecturas, alusiones, funcionan aquí como telón de fondo o de época. El encargado de llevar adelante la trama es un inspector de policía, una primera persona a la que Orella le ha confiado su propia conciencia. No hay clima de novela negra, como Maffía señala en el prólogo; esta voz, apoyada en una tradición costumbrista que ha transitado ya por los patios de tantos conventillos, es la encargada de alertar sobre la ignominia y también de sufrirla en carne propia. Un protagonista honrado pero torpe también, ya que no deja de ser un hombre de su época. Un idealista y por lo tanto un solitario. La demostración de que en estas historias en las que triunfa el ocultamiento de la verdad, no hay una sola víctima.
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