TALK SHOW
Loca lindísima
› Por Moira Soto
El techo está estrellado, pero no es el del antiguo cine Opera: las tres Marías que se pueden divisar por encima de la imponente imagen de la diva con tocado de perlas y traje inspirado en diseños de Aubrey Beardsley, son de verdad. Como verdadero es el vientito que circula entre las pobladas reposeras, en esta especie de drive-in sin coches que funciona en la Ciudad Cultural Abasto, durante el Festival Verano Porteño que se prolongará hasta el 14 de marzo (se ofrecen, además, entre otras manifestaciones, danza, teatro, música, moda, letras, instalaciones, gastronomía).
La diva que divaga muertísima de amor por Jokanaan (el Juan Bautista de la escandalosa pieza Salomé de Oscar Wilde convertida en película) es la coruscante Alla Nazimova, acaso la estrella más atípica y original que haya tenido Hollywood. Venturosamente, el citado festival está ofreciendo no una (que ya fue, el jueves pasado) sino ¡dos películas en versión completa!, protagonizadas por esta loca lindísima que supo rodearse de una banda de congéneres igualmente desenfadadas y creativas, como Natacha Rambova (vestuarista de la citada Salomé), Jean Acker, June Mathis (inventora, junto con Thomas Ince, del guión cinematográfico tal como se lo conoce). Chicas zarpadas en más de dos sentidos, de las que no hablaremos hoy por falta de espacio.
Pero sí digamos algunas cosas sobre la intérprete de Salomé, que volverá a estar en la gran pantalla de Sarmiento 3131, el jueves 19 próximo, a las 22, con entrada libre y gratuita (retirar pase antes de la función), ocasión en que se proyectará Camille, 1921 –realizada un año antes de Salomé–, con ¡Rodolfo Valentino! (que supo estar casado con Rambova, aunque según el malicioso Kenneth Anger –Hollywood Babilonia– el matrimonio jamás se consumó). Bueno, autores de biografías, diccionarios, artículos, no se ponen de acuerdo sobre el nombre que portaba la guapísima morocha antes de adoptar el que realmente le cuadraba: Alla Nazimova. Es seguro que nació en Yalta, Crimea, Rusia en junio de 1879 (de modo que cuando hizo tan campante a la adolescente afiebrada Salomé, tenía 42), de una familia judía, y el dato más fidedigno indica que figuraba en los papeles como Miriam Edez Adelaida Leventon. Si algo está fuera de toda duda es que la chica tenía talento excepcional para la música y la actuación. Por cuestiones familiares, pasó parte de la infancia en Suiza, donde a los 7 empezó a descollar en violín. Volvió a Yalta, terminó estudios secundarios en Odessa, sintió el llamado del teatro, a los 17 audicionó en Moscú y terminó estudiando en el taller de un tal Konstantin Stanislavsky (escuela de la que le quedó algún manierismo ideal para el cine mudo). Lanzada a la carrera teatral y convertida en prima donna, interpretó a Chéjov y a otros autores locales. En 1904 pasó a integrar la compañía de Pavel (Paul, fuera de Rusia) Orlenoff con la que anduvo con gran suceso por Europa y recaló en los Estados Unidos, país que la flechó. Tanto que cortó sus amores con el director Orlenoff, al que mandó de vuelta a Rusia sin ella.
En Nueva York, la creativa e infatigable Alla Nazimova aprendió inglés a toda marcha y en 1906 ya estaba fascinando desde el escenario con Hedda Gabler, de Ibsen (autor al que veneraba, cuya Casa de muñecas la diva llevó al cine en 1922). Alla pasó a la pantalla en 1916 con War Brides, una pieza pacifista propuesta por ella. Siguió haciendo teatro entre un film y otro. Tuvo un eclipse en la pantalla, hacia 1925, aunque siguió con el teatro y con Ibsen, pero también con autores como O’Neill (causó impacto su interpretación de El luto le sienta a Electra), y pocos años antes de morir (en 1945) volvió al cine en papeles secundarios.
Esta es la singularísima diva que se abraza a la cabeza cortada del Bautista que le negaba un beso y se encierra con ella bajo una capa por unos excitantes segundos en Salomé. Y que el jueves 19 estará en una delirante versión de La dama de las camelias (foto), amándose con Armand Duval, renunciando generosamente a esa relación y muriendo sola y tuberculosa, aferrada al ejemplar de Manon Lescaut que él le obsequiara...