Según una nota –bienintencionada, sin duda– de José Pablo Feinmann publicada en Radar (26/9) acerca de “las chicas maduras de Hollywood”, las mujeres en la vida cotidiana no regañan lo suficiente a los maridos que formulan el deseo de cambiar una esposa de 40 por dos de 20 (alusión a un viejo chiste machista que circula desde hace unas décadas). Peor aún, ellas aceptan, ¿y saben cuáles son las consecuencias de esta condescendencia? “Los hombres empeoran y las mujeres no los detienen”, cuando, según parece, deberían enrostrarles a estos maduros inmaduros: “Ni conmigo podés lucirte ya...”.
Esta injusta realidad, discurre Feinmann, se refleja en Hollywood, donde “ellos se transforman en atractivos galanes maduros, ellas en actrices viejas a las que ya nadie convoca”. Más adelante, el autor de la nota subraya: “En Hollywood, las mujeres vienen perdiendo la batalla desde siempre”. No es para menos: en nuestro país, por ejemplo, algunas no sólo opinan que la calva del DT Bianchi es sexy sino que frente a un rostro masculino estelar añejado (“supongamos el de Paul Newman”) concluyen: “Cada arruga te cuenta una historia”. “Los hombres son pavos”, sentencia el articulista, “pero las mujeres, ayudan, ayudan” (¿deberían ellas acaso despreciar esas grietas del tiempo?).
“Por si fuera poco, ¡las lolitas! Ahora una mujer pasa los 30 y es vieja”, prosigue en otro párrafo la nota con las mejores intenciones, pero con acotada data y discutible interpretación. Por ejemplo, para hablar de “las divas de Hollywood” empieza con Helen Mirren, 58, que es más inglesa que el roast-beef con Yorkshire pudding (aunque porta gotas de sangre rusa), está lejos de ser una diva y practicamente no filma en Hollywood. Es ella “y punto”, dice JPF, olvidando el Emmy que se ganó hace poco Meryl Streep por Angeles en América, el suceso reciente de Diane Keaton con Alguien tiene que ceder...
Feinmann cita a grandes actrices que envejecieron laburando, entre las que figura Joan Crawford que, nos venimos a enterar, “hizo Johnny Guitar para sus fans lésbicas”. Más adelante defenestra de un plumazo (metafórico) a la Meg Ryan, 42, de En carne viva, “que intenta no-sé-qué en el film de Jane Campion”, “mediocre thriller soft-porno” que pretende el “comeback de Meg por medio del voyeurismo”. Como la valiosa película de Campion ya fue comentada por esta sección, pasemos por alto lo del “no-sé-qué” y sólo anotemos que Ryan nunca se había ido, que ahora está por filmar con Kevin Costner. En realidad, el rol de En carne viva era para Nicole Kidman, compradora de los derechos y la novela original de Susanne Moore y también productora del film, pero lo asumió Ryan porque la pelirroja tenía otros compromisos previos. De modo que mal puede considerar la participación de la rubia oscurecida “un intento desesperado de una actriz que teme desaparecer”.En las páginas de este suple se han escrachado diversas formas de discriminación, entre ellas la de la edad que, ciertamente, en el cine tiene un valor más favorable para los actores. Pero tampoco es cuestión de negar (si nos remitimos a Hollywood y nos olvidamos, por ejemplo, de las inglesas Charlotte Rampling, Julie Christie, etc.) que las citadas Keaton y Streep, Pam Grier (recuperada por Tarantino, al igual que John Travolta), Glenn Close, Susan Sarandon (en la foto, a los 57, como tapa el año pasado de la exigente Film Comment), Julianne Moore, Anjelica Huston, Frances McDormand, René Russo, Cybill Shepard... han seguido actuando después de los 40, 50, algunas pisando los 60, en muchos casos como objeto de deseo y sujeto de seducción. En la serie La juez Amy, la irresistible Tine Dyle, 58, tuvo el año pasado un romance creíble con el apuesto maduro Richard Crenna y no legalizaron porque el actor murió repentinamente, destino que se extendió a su personaje. Por otra parte, no todos los galanes mantienen su poder de seducción en la tercera edad (sobre mujeres bastante más jóvenes): son unos pocos, en verdad, y –aun considerando al ya craquelé Paul Newman– los que JPF nombra –De Niro, Pacino, Connery, Redford– son por lo menos buenos actores.