TALK SHOW
La asustada
› Por Sandra Russo
–¿A que no sabés lo que pasó?
–¿Qué?
–¡Lo dejó!
–¿Te dejó?
–¡No, lo dejó, lo dejó, acabo de verlo!
–¿A quién? ¿Lo dejaste vos? ¿Quién dejó a quién?
–¡No! ¡Nadie dejó a nadie!
–Calmate. No entiendo.
–¡Dejó el cepillo de dientes! ¡Acá lo tengo en la mano!
–¿Dejó el cepillo de dientes?
–¡Sí!
–¿No se lo habrá olvidado?
–¡Pero no! ¿Qué, va a ir y venir con el cepillo de dientes? ¿A quién se le ocurre llevar un cepillo de dientes encima?
–A mí. Yo cuando voy a lo de Eduardo me llevo el cepillo de dientes.
–Pero vos sos mina, nena, los hombres no se andan lavando los dientes a cada rato.
–¿No?
–¡Pero no! ¿Eduardo cuando va a tu casa lleva el cepillo de dientes?
–No.
–¿Viste que te dije?
–¿Y entonces?
–No sé. Lo tengo acá en la mano.
–Bueno, Patri, largalo, es un cepillo de dientes, no una dentadura postiza.
–¿Te das cuenta? ¡Va en serio!
–Ya veo. Y vos, ¿cómo te sentís?
–Ah, mirá, estoy histérica. ¡Va en serio! ¡Esta vez va en serio!
–Por eso, ¿cómo te sentís? ¡Tenés novio, boluda!
–¿Te parece? ¿Tengo novio?
–Obvio. Si no quiere ir en serio no va a dejar el cepillo de dientes.
–No, ¿no?
–¡Pero no!
–Ay, Nancy.
–¿Qué?
–Yo no sé si estoy preparada para esto.