Vie 02.06.2006
las12

TALK SHOW

Antiheroinas urbanas

› Por Moira Soto

El dinero no mitiga la neurosis ni compra el amor ni detiene el paso del tiempo, según sugiere con un punzante sentido del humor, casi siempre sobre un trasfondo dramático, Friends with Money, la última realización de Nicole Holofcener recientemente estrenada en Nueva York. Smart, Witty, Funny, Wise, Caustic, Terrific, dijo la crítica (The NY Times, Rolling Stones, Los Angeles Times, Newsweek, entre los medios menos complacientes) de esta comedia que tiene señas bien particulares: aunque ofrece algunos personajes masculinos finamente tallados y facetados, está protagonizada por cuatro mujeres, tres de ellas cuarentañeras largas (Frances McDormand, Joan Cusack, Catherine Keener) con caras verdaderas, sin desarrugar, sin rellenar, sin petrificar.

Tres mujeres más o menos ricas que tienen una amiga más joven (Jennifer Aniston) que dejó su empleo de maestra y ahora trabaja de chica por horas, ladycleaner, maid, mucama o asistente doméstica en las respectivas casas del trío (las señoras por hora ganan buena guita en Estados Unidos, como lo saben algunas argentinas que han hecho ese laburo allá), donde abriendo un cajón puede encontrarse con un vibrador, mirarlo dos veces y finalmente sucumbir a la tentación, probarlo (fuera de campo) y devolverlo a su sitio. Después de hora, Olivia, la limpiadora (y probadora, también usa las cremas) que tiene su propio depto hecho un quilombo, se encuentra con sus amigas y discurren sobre diversos temas. Ni las casadas maduras –con hijos chiquitos, un dato de la realidad– parecen verdaderamente felices, ni la soltera sin novio disfruta de la extraña aventura que tiene con el personal trainer de la más rica.

Hija de una escenógrafa –Carol Hoffe– y de un actor –Laurence Holofcener–, Nicole, después de estudiar cine en la Universidad de Columbia y de dirigir un par de cortos, debutó en el largo con Walking and Talking (1996), donde ya aparecen sus marcas personales: escribir a solas los guiones, crear personajes cotidianos con un grano de locura pero lejos de todo heroísmo, poner el acento en los vínculos específicos entre mujeres. En Walking... está su actriz preferida –Catherine Keener– en el rol de Amelia, amiga de toda la vida de Laura –Anne Heche–, con quien ha compartido fraternalmente ilusiones, gustos, alegrías y penas. El equilibrio se empieza a alterar cuando Laura, que vive con su novio Frank, decide casarse. Además, Amelia pierde a su adorada gata Big Jeans y algunos de sus amigos empiezan a alejarse. Cosas de la vida que Holofcener experimentó y anotó en su diario de soltera en NY.

En su siguiente seriocomedy, como la define Leonard Maltin en su Movie Guide, Lovely and Amazing (2001), Holofcener vuelve a sus propias fuentes para narrar las vidas paralelas (que a veces se tocan) de las hermanas Marks: Michelle, artesana sin destino para sus ridículas creaciones, y Elizabeth, actriz en busca de un personaje que no llega nunca, actuada por Emily Mortimer. La madre –Brenda Blethyn– ha adoptado a una niña negra de unos diez años, hija de una adicta al crack que no puede hacerse cargo (situación que NH sacó de su propia historia familiar, ya que tiene un hermano negro, de 12 cuando hizo este film, así que sabe de qué esta hablando). Y si bien la directora tiene mucho instinto para armar sus elencos y marcar a sus intérpretes, lo cierto es que para el papel de la niña, después de buscar con desesperación creciente en plazas y escuelas (“no quería a una criatura bonita y simpática que hiciera que todo el mundo se sintiese bien por la buena acción de adoptar, sino una gordita respondona que se manejara espontáneamente con el humor negro”), tuvo la suerte de dar con la increíble Raven Goodwin, una actriz nata, exacta para el personaje de Annie, tan vapuleado en su breve vida, que suelta sin problemas chistes chocantes de intencionada crudeza. Mientras las chicas grandes intentan torpemente abrirse camino, la madre se deja convencer por un cirujano de hacerse una lipo. Y la pasa mal, muy mal en el posoperatorio, casi se muere.

Friends with Money pone en el mismo plano las relaciones de amistad y las de pareja. Estas últimas atravesadas por un malestar subterráneo que en algún caso explota con sordina. En otro, hay un marido que se deja cortejar por un mozo de restorán y por un amigo casado, y que en cualquier momento puede pasar a los bifes. La mucamita Jennifer Aniston (quizá lo del vibrador es una pequeña revancha sinuosa contra Brad Pitt que la dejó por Labios de Morcilla Jolie) lleva a su trabajo al personal trainer Mike, singular voyeur que quiere mirarla cuando limpia y tener sexo con ella en la cama de alguna patrona (y amiga) de ella. Todo entre canciones a medida de Ricky Lee Jones y un tono que se va oscureciendo sin ponerse para nada solemne. Al final, una mota de potencial romanticismo, cuando una de ellas acepta liarse con la persona menos pensada.

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