Vie 21.09.2007
las12

TALK SHOW

Panorama desde el abismo

Perdón por la insistencia, pero si el film Black Book les pareció a varios críticos locales políticamente incorrecto, inconfortable, polémico, arriesgado... ¿Qué adjetivos merecería una obra verdaderamente abismal, auténticamente subversiva como Las criadas de Jean Genet? Sabido es que esta pieza, como el resto de la producción del genial autor de las novelas Nuesta señora de las flores y Querelle, de las piezas teatrales Los negros, El balcón, Los biombos, escandalizó desde que el director Louis Jouvet —quien le hizo algunos toques técnicos— la estrenó en 1947. Resulta fácil imaginar cómo golpeó a los buenos burgueses de la posguerra esta creación visionaria inspirada en un fait divers, el célebre caso de las hermanas Papin, dos criadas que en 1933, en Le Mans, de golpe y porrazo en medio de un corte de luz, asesinaron con elementos de cocina a su patrona y a la hija de ésta.

Por supuesto que Genet (1910-1986) sólo tomó esa anécdota para, apelando a juegos rituales, al teatro dentro del teatro, zambullirse sin freno alguno en zonas oscurísimas, malsanas, perturbadoras absolutamente contrarias al bien, la moral establecida, las virtudes cristianas. Tampoco es que este rebelde con causas mayores haya intentado mediante esta historia de las hermanas Solange y Clara al servicio de Madame, reivindicar los derechos del personal doméstico ni pedir mejoras para el gremio. No, aquí no se salva ni Dios, como escribió cierto poeta: las hermanas se aman y se odian, sufren la humillación y la aplastante desigualdad, pero a la vez que detestan al ama, envidian ese mundo confortable y lujoso del que se saben excluidas de por vida. Y hacen planes para matar a Madame, juegan alternadamente a que la una es la otra, Solange asume el rol de la patrona en un juego de espejos y representaciones cuya culminación modifica lo ocurrido en 1933.

Hace un par de años, un equipo de jóvenes mujeres salidas de las filas del Andamio, en el que participan Mario Alba en el papel de la Señora y Esteban Lahuerta en la iluminación, se atrevió a encarar este texto tremendamente complejo, de una enorme exigencia para la puesta y la interpretación. “Después de haber conocido la obra de Genet en un taller de análisis de texto, empezamos a leer San Genet, de Sartre, un libro que nos abrió caminos”, dice Ana Nieves Ventura, una de las actrices que se brinda sin reservas en escena. “Sabíamos que iba a ser largo y difícil, pero nos decidimos a hacer ese viaje. En algún momento, yo llegué a preguntarme frente a semejante horror: ¿se puede llegar a tanto? Y la respuesta es: sí, se puede. En realidad esta puesta sale de la tesis final de un curso de la directora, porque en principio iba a ser sólo una escena. Pero nos dimos cuenta de que había un equipo y una gran fascinación por el texto y nos planteamos la posibilidad de hacerla completa y estrenarla. Ya sabíamos que queríamos llegar hasta el final.”

En 2005, entonces, Ventura, Alba y Julieta Correa, bajo la dirección de la jovencísima Florencia Suárez Bignoli (actualmente de 25), presentaron dos funciones cerradas de Las criadas, el año pasado representaron esta obra en Viejo Palermo y en 2007 reestrenaron en Andamio. “Más allá de la oscuridad, de la densidad de los textos esta obra nos parecía muy incitante como juego escénico sobre las conductas del poder y de la sumisión que reproduce aquel rol sometedor. Florencia hizo algunos cortes, tenía esta idea de la Señora presidiendo a la distancia la escena, una suerte de control espectral.”

Apostando el todo por el todo, las dos actrices llegaron, durante los ensayos, a escupirse en la cara, a pegarse: tal era la necesidad en una primera etapa de materializar, de volver explícita la violencia de las palabras, de los conceptos. El compromiso con este emprendimiento fue tan integral que vestuario y escenografía (para los cuales no alcanzaba la plata) surgieron del aporte colectivo (“algunos muebles salieron de mi casa; el traje de la Señora, de una feria...”). Esa convicción de que Las criadas merecía plenamente una consagración casi mística para esta especie de misa negra está rindiendo sus frutos: “Es palpable la respuesta de la gente en general. A los que no conocían el texto se les vuela la cabeza, salen dados vuelta, reflexionando, discutiendo. Desde el escenario percibimos el alto nivel de concentración, de impacto, y también cómo, después del segundo aplauso, el público respira hondo, le vuelve el alma al cuerpo”.

No es para menos; si hay un autor que nos pone crudamente ante nuestras miserias, nos empuja al precipicio y no nos promete salvación, su nombre es Jean Genet. El niño sin padre abandonado por su madre, el joven marginal que recaló varias veces en prisión, el hombre orgulloso de ser homosexual cuando no existían ni la palabra gay ni las marchas, el poeta impar que tocó fondo sin ceder, sin conceder jamás.

Las criadas, los sábados a las 22.30 en Andamio 90, Paraná 660, 4373-5670

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