TALK SHOW
Desde que conoció a Néstor Perlongher (“uno de los grandes hallazgos de mi vida”), la exquisita actriz María Inés Aldaburu empezó a llevar la poesía a la escena dándole vida teatral. No cualquier poema por hermoso que sea, sino aquel en el que puede entrar sintiendo la necesidad de decirlo en voz alta, “porque advierto que se produce algo orgánico conmigo, una especie de encuentro”. Cosa que le sucede con todo el Siglo de Oro español: “Garcilaso me mata, Gustavo de Mendoza, Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, adoro a Fray Luis de León, a Quevedo, Góngora me conmueve especialmente...” Y por supuesto, Sor Juana Inés de la Cruz. En natural, entonces, que entre los varios recitales de poesía que viene haciendo Aldaburu, figure Palabras de amor en el Siglo de Oro, acompañada del laudista Evar Cativiela y en el caso de la lira Amado dueño mío... de Sor Juana (“Oyeme con los ojos,/ ya que están tan distantes los oídos...”), el arpista Ramiro Albino. Con los mismos excelentes músicos, la actriz se va a presentar en el próximo Thé Littéraire del Hotel Sofitel.
A María Inés Aldaburu siempre se le dio por aprender de memoria poemas. De chica le encantaba la poesía gauchesca, se sabía El alma del payador de Rafael Obligado, de principio a fin. Ese género la sigue cautivando: cuando participó hace poco en el telefilm El acto, de Ricardo Bartís, para Canal 7, le tocó interpretar a la madre de un alumno de una escuela pobre y le pidieron que dijera algo para una prueba. Le salió del alma: “Cuando la tarde se inclina/ sollozando al Occidente,/ corre una sombra doliente...” Confiesa Aldaburu que antaño también le gustaban los cantos de la iglesia (“Cristianos venid, cristianos llegad...”), pero nada comparado a El ombú, La higuera, de Juana de Ibarbourou.
Años más tarde, en 1980, ocurrió el impacto brutal del descubrimiento de Perlongher, “de esas formas de la poesía, esa entrega y esa emoción”. En la ya inexistente Escuela de Formación Escénica de Buenos Aires, de donde es egresada, cuando Pompeyo Audivert le pidió un texto, María Inés llevó a Perlongher. Y ahí fue que se dio cuenta de que no funcionaba que alguien la dirigiera porque la sacaba de los lugares donde las palabras resonaban de verdad en ella. Entonces decidió mandarse sola, decir los poemas respetando el estado que le generaban esas palabras. A la hora de presentar Parque Lezama, Perlongher le pidió que actuara. Aldaburu atesora una grabación del poeta diciendo algunos textos, La murga de los polacos, Por qué seremos tan hermosas. “Muy generoso Néstor, muy. Con Susana Thénon también tuve un gran encuentro, hay cosas que los emparientan, ambos se ríen de sí mismos.”
Amiga de la música, memoriosa de incontables letras de canciones de todos los géneros, cuando hace La murga..., por ejemplo, Aldaburu empieza con la marcha de Frondizi (“en mi casa eran de la UCRI”) y prosigue intercalando otros cánticos populares. Del mismo modo, es capaz de enganchar la última línea de un poema de Thénon con un bolero, porque dice que a veces es bueno quebrar con otra música la cadencia de un poema. Pero siempre trabajando sola, eligiendo con el criterio del placer y la teatralidad, escuchando la voz de ese alguien que está hablando y olvidándose de ponerle sentido común a las palabras. Más bien dejándose arrastrar a una cierta ambigüedad, actitud que le permite descubrir lugares misteriosos, contradictorios, que salvan la actuación del adocenamiento.
En estos días, María Inés Aldaburu repasa los siete sonetos, dos redondillas, dos romances y dos liras que ha incluido en este recital que dedica a Inés Cano, feminista histórica local que se suicidó en 1984. “Este amoroso tormento/ que en mi corazón se ve,/ sé que lo siento y no sé/ la causa porque lo siento...”, “Detente sombra de mi bien esquivo/ imagen del hechizo que más quiero...”, “Amado dueño mío.../ óyeme con los ojos/ ya que están tan distantes los oídos”. La actriz cree que Hombres necios..., que está en la selección, es un texto para ser dicho en voz alta: “En realidad, Juana es muy teatral. Entre sus muchas actividades, escribió música y teatro. Una genia absoluta, una visionaria que entendió pronto el lugar de la mujer, la importancia de la educación. ¿Cómo ella sin haber leído a Simone de Beauvoir, a Hélène Cioxous, a Betty Friedan pudo tener las cosas tan claras en pleno siglo XVII? Sola, entrando al convento para poder cultivarse y escribir, con el clero en contra porque había demasiada luz en esa monja, estudió tantas cosas diferentes y además fue una excelente administradora. Por suerte, las virreinas la valoraron, la protegieron. Es tan inmediata la hermandad que una puede sentir con Sor Juana. A mí me despierta una admiración sin límites, me inspira mucho”.
Sor Juana Inés de la Cruz, selección de poemas por María Inés Aldaburu, dentro del ciclo Thé Littéraire (la entrada incluye un té gastronómico con excelente pastelería), el jueves 11 en el Hotel Sofitel, Arroyo 841, 4131-0000/0095.
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