TALK SHOW
› Por Moira Soto
Mayoría de directoras entre los/as hacedores/as del quinteto de films argentinos candidateados por los integrantes de la Fipresci local al premio de este año en ese rubro, que se otorgará a fines de enero. Destacar esa circunstancia no es sólo una mera expresión de orgullo de género —que lo hay, desde luego— sino sobre todo la celebración de que por fin se haya hecho justicia en el caso de tres valiosas realizadoras, dejadas de lado en las recientes entregas de la Academia de Artes (etcétera) de la Argentina y del diario Clarín, cuyos superpoblados jurados mostraron un llamativo favoritismo por XXY. Una producción ambiciosa pero fallida, por debajo de los méritos de Una novia errante y Encarnación, las dos ficciones votadas por la gente de la Fipresci junto con Los próximos pasados (que sólo obtuvo una candidatura como documental en Clarín). XXY, que alcanzó 6 de los 19 galardones de la Academia, y 5 de los 13 de Clarín, no figura ni siquiera en segunda fila, detrás del quinteto citado —que también integran M y Pulqui, un instante...— elegido por un jurado del que seguramente nadie podrá decir que no vio toda la producción fílmica local estrenada durante 2007.
Los próximos pasados —que perdió el premio Clarín frente a Argentina latente de Pino Solanas—, guión y dirección de Lorena Muñoz, es el fascinante viaje hacia un sótano que ya no existe, del que apenas quedan algunos escalones averiados entre yuyos, y que formaba parte de la quinta del magnate Natalio Botana. En ese subsuelo, el artista muralista mexicano Siqueiros pintó —asistido por Berni, Castagnino y Spilimbergo— el techo, las paredes y parte del suelo: una especie de instalación vanguardista llamada Ensayo plástico que Muñoz, aplicando múltiples recursos con libertad y creatividad múltiples en su realización, se animó a mostrar a través de una réplica, una reproducción hecha por un equipo de especialistas de esas escenas en torno a un nacimiento. La manera de mostrar estas imágenes lleva al público a entrar en una alucinación, a experimentar un vértigo acaso semejante al que afectó a quienes descendían aquellas escaleras cuando el mural estaba en su lugar de origen y no arruinándose en contenedores como ocurre en la actualidad.
En los viajes de ida al pasado y vuelta a la actualidad, Muñoz apela a documentos y a la presencia y la voz de personas de algún modo ligadas al legendario mural. Entre todos esos figurones masculinos del pasado evocados (el director de Crítica, los artistas plásticos, el poeta y dramaturgo García Lorca, Neruda), queda suspendido el misterio de la bellísima Blanca Luz Brum, poeta uruguaya que aún no tenía 30 cuando su marido de hecho (la pareja ya tenía un hijo) creó el mural. Blanca Luz fue una activa militante política en México, relacionada con Frida Kahlo y Tina Modotti. Mujer libre pero no fatal, la morocha de pómulos finamente tallados, autora de poemas como “Oíd fascistas de Europa”, publicó en Buenos Aires, 1933, año en que rompe con Siqueiros, el libro de poemas que incluía “Atmósfera arriba” (“que tu camino y el mío ¡se han separado!/ ¡cerrados y oscuros ruedan sobre una noche dilatada!”).
Tapa de Las/12 en oportunidad del estreno de Una novia errante, Ana Katz es —entre otras cosas— una cineasta talentosa, original, capaz de crear un universo ficcional atípico, de dar a luz a Inés, un personaje tan humano como rompebolas extraviado en una playa fuera de temporada. Evidentemente, Katz no merecía ser postergada por Puenzo en su calidad de directora, y tampoco —cosa que ocurrió— por Inés Efron o Carolina Peleretti como actriz.
En la muy estimable Encarnación, de Anahí Berneri, que cuenta con un elenco de primera en los secundarios, sólo desafina el modesto rendimiento de Silvia Pérez, protagonista. Que su historia en el espectáculo tenga algunos puntos de contacto con el personaje de la de la ex vedette Ernie (actuación en revistas, en películas picarescas de explotación, amarrada a una imagen juvenil), que su cuerpo esté intervenido, que use el pelo muy largo y la ropa ajustada y escotada, son detalles puramente exteriores. Probablemente la candidatura a Mejor Actriz que votó el jurado de Clarín —ignorando la arriesgada actuación de Katz— quiso recompensar el “coraje” de Pérez por hacer un rol de has been, semiautobiográfico. En cambio, nivelan para arriba Inés Saavedra, perfecta como la hermana provinciana fruncida, Carlos Portaluppi siempre dando la nota justa, Luciano Cáceres y sus miradas que dicen más que los banales diálogos, el peso propio del gran Osmar Núñez, la confirmación de aptitudes de Martina Juncadella, una auténtica adolescente de 14.
Esquivada por la Academia y por Clarín, Encarnación destila virtudes poco habituales en el cine argentino: define personajes y situaciones con trazo certero y mucho poder de síntesis, retrata con mirada fresca y atenta esos retazos de vida que en otras manos se convertirían en tiempos muertos. Pero donde la destreza de la directora roza la maestría es en la escena de la comida familiar en el restaurante, una puesta en escena donde circulan, se cruzan y chocan tensiones, miradas desaprobatorias, resquemores y se hace palpable ese malestar de la protagonista, sin lugar en ese mundo, después de haber ido perdiendo su lugar en el otro, el del show exhibicionista cuyos carteles mira desde la ventana de su departamento.
Encarnación se proyecta en el cine Gaumont, diariamente a las 16.35 y 20.15.
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