TALK SHOW
Insubordinación y valor
› Por Moira Soto
Hay que tener coraje para mandarse a Mar del Plata. Solita sobre el escenario aunque bien acompañada del otro lado de las candilejas (a cargo de Roberto Traferri) por dirección musical y arreglos (Gustavo Popi Spatocco) y la puesta (María Esther Fernández). Desafiando el lugar común acerca de que la gente de veraneo sólo quiere shows livianitos y haciendo caso omiso de vedettes recicladísimas siempre entre el denuesto y el piquito, que cantan (o lo que sea) bajo la deuda, Miriam Martino se lanza el lunes 7 próximo a estrenar Pasión y coraje: textos y canciones que remiten, casi siempre, a personajes femeninos reales, insumisos, atípicos.
Sin otros recursos que un chal que se transforma en otras prendas, un sencillo traje largo cuya falda se acorta según lo pidan las circunstancias y un vasto y etéreo chaleco igualmente adaptable, más un ponchito para Rigoberta Menchú, Miriam Martino se desdobla alternadamente en Alfonsina Storni, Victoria Ocampo, Martina Céspedes, Carolina Muzilli. Juana de Arco..., mientras que Camila O’Gormann es narrada en tercera persona. Y entre un personaje y otro, o más bien junto a ellos, apuntalándolos, comentándolos, la actriz y cantante entona con ductilidad diversos temas, entre los que no faltan “Malena” y una antología milonguera editada con acierto por Fernández.
En una pasada general –previa a la presentación marplatense– que tiene lugar en una tardecita porteña incandescente, Martino es una evocadora Alfonsina (“a mi madre le apuntaron antojos de liberar, pero se le subió a los ojos una honda amargura... todo eso, sin quererlo, lo he levantado yo”) antes de cantar “Hombre pequeñito”; más tarde será una Victoria que descubre el horror de la tortura, primero en un caballo castigado, luego a través de dos presas picaneadas, cuando ella misma está confinada en El Buen Pastor. El humor intencionado con que Martina Céspedes cuenta cómo se ganó el uniforme de sargento mayor (“a fuerza de ovarios y patriotismo”) pese a que de los doce ingleses que hizo prisioneros en las segundas invasiones, sólo entregó a once (“qué hace una madre cuando su hija se prende como garrapata a un hombre...”), sirve para que Martino cambie graciosamente de tono y de registro. Vale sonreír durante esos minutos porque enseguida se viene el auténtico testimonio de Binta Sidibe, una africana que describe con tocante sencillez el ritual de la circuncisión femenina.
La intérprete ya ha presentado a la verdadera protagonista de “Malena” cuando se refiere a Victoria, aquella negra que después de visitar a Chabuca, le dijo “e voy a casa a pie”. Y se fue nomás, garbosa con sus canas y arrebol en las mejillas, inspirando a Granda “La flor de la canela”, es decir, la de los jazmines en el pelo y rosas en la cara que, desde luego, Miriam Martino canta con fruición.
Carolina Muzilli no se priva de protestar por la situación de las fabriqueras, de los chicos pobres por causa de “un capital que jamás se da por satisfecho en nombre de la riqueza acumulada”. ¿Les suena vigente? Casi tanto como la defensa de los derechos humanos de los indígenas que emprende Rigoberta antes de que la Milonguera y sus pares (Arrabalera, Sonsa, La mina del Ford...) aflojen, sin desmentirlo, la seriedad del alegato. Que Juana de Arco proclame sus verdades a través de Bernard Shawresulta digno preludio de “Para la libertad”, el bello poema de Miguel Hernández musicalizado por Serrat, con que Martino cierra, emocionada y emocionante, su espectáculo.
Pasión y coraje se representa los viernes y los sábados, a las 21.30, en el Museo del Mar, avenida Colón 1114, Mar del Plata.