TALK SHOW
Qué falta de decoro
› Por Moira Soto
A la señora B se le ha muerto el marido y no se conduce de acuerdo con sus antecedentes de madre y esposa abnegada: rechaza la propuesta de unos de sus hijos de venir a vivir con ella porque –asegura– no necesita compañía, no va al cementerio a visitar la tumba de su finado cónyuge y empieza a permitirse diversiones poco decorosas. Ella, que siempre cocinó para muchos, se va a comer a la fonda, ve películas, se hace amiga de una joven mesera que le enseña a andar en bicicleta, parte de vacaciones con la chica... Desde luego, escandaliza a parientes y vecinos, pero María como si oyera llover, encantada con su flamante libertad. La indigna señora B es la acertada versión teatral de un relato de madurez de Brecht, La vieja dama indigna (1953), que mereció una exitosa adaptación cinematográfica (de 1965), firmada por Réné Allio.
Tanto el sentido del cuento (“quizás un camino, quizás un desvío”) como la aplicación de la técnica del distanciamiento han sido eficazmente respetados por Teresa Gómez, autora de la dramaturgia y de las letras de las canciones. Y la verdad es que el genial escritor, falluto y aprovechador con las mujeres de su vida, como bien lo expuso la cineasta Jutta Brückner en ¿Ama usted a Brecht?, reivindicó en este relato a esposas y madres de generaciones anteriores, mujeres que se desvivieron por maridos e hijos porque así estaba escrito en las fórmulas del género. La señora B, ya viuda, se sale tranquilamente del molde. Con la maravillosa sonrisa zen de Alicia Bellán (foto superior), hace lo que se le canta sin perjudicar a nadie, descubre placeres insospechados como comer (la comida hecha por otro) y hacer un poquitín de política. Había vida en otra parte y la dama la vive liberada de preconceptos, como pide el texto inicial que los actores recitan al comenzar la representación de La indigna señora B, los sábados a las 21, en el Actor’s Studio (Corrientes 3565, a $ 8, con descuentos a estudiantes y jubilados).
Después de asistir a los desenfados de la vieja dama, y con tiempo para un tentempié en alguna quesería del Abasto, las teatreras animosas que amen la poesía de Alejandra Pizarnik se pueden dejar hechizar por Los poseídos. Es decir, aceptar el llamado de la noche (como diría Ivonne Bordelois) y subirse a la alfombra realmente mágica que dispuso e iluminó Pompeyo Audivert para que se deliraran Chuli Rosso, Susana Herrero y Daniel Pereyra, comentados por el violín de Valentina Bondone en esta libre y fiel trasposición de Los poseídos entre lilas. La única pieza teatral de la gran poeta, inspirada en Final de partida de Beckett, indujo a los intérpretes a sumar líneas de otros textos de Pizarnik, entre los cuales La extracción de la piedra de la locura (en la imagen, el cuadro de Brueghel de ese título). La cita con ese mundo paralelo, surreal, estremecedor, humorístico, obsceno es en Anfitrión, los sábados a las 23 (Venezuela 3340, a $ 6, estudiantes y jubilados, $ 3). A la salida, es probable que muchas se pregunten, como en aquella pancarta que había impresionado a Brecht en una manifestación, si la verdad sólo existe en los sueños...