Vie 22.08.2003
las12

TALK SHOW

casa tomada

› Por Moira Soto

Confesémoslo: la alteración de las rutinas domésticas por causa de alguna avería que requiera plomero, electricista, pintor, carpintero, etc., nos puede sumir en la más honda desolación. Sí, ya sabemos: lo único que no tiene arreglo es la muerte, y no hay que ahogarse en un vaso de agua. Pero hace falta tener la vivencia in situ para saber –primer acto de la tragicomedia– lo que se siente cuando los electrodomésticos se declaran en huelga, el inodoro arroja agua hacia fuera en vez de tragársela o una pared empieza a descascararse aceleradamente. Después viene la parte de conseguir el service correspondiente, esperarlo, pedir presupuesto, que haga el trabajo y se borre lo antes posible. Algunos de estos trabajadores, como los pintores, parecen fuerzas de ocupación: se instalan a sus anchas, traen todo tipo de bártulos (herramientas, ropas para cambiarse, toallas, plásticos para proteger los muebles), te dan charla, rompen la intimidad y casi siempre tardan más de lo previsto. Desesperante. En 1979, Peter Weir dirigió en Australia The Plumber, telefilm acerca de un plomero que llega a un departamento sin ser llamado, empieza a trabajar en los caños del baño, se queda varios días y su presencia se vuelve cada vez más amenazadora. Finalmente, el tipo se va dejando sembrada y germinada la paranoia de los dueños de casa, y sus valores trastrocados.
En la pieza teatral Pequeño detalle, a la casa de una pareja de intelectuales llega un pintor para hacerse cargo de una mancha de humedad en la pared. El marido es escritor –hasta cierto punto, alter ego del autor Eduardo Pavlovsky, que sufrió una experiencia parecida–, la mujer es profesora de Historia. Mediante un despliegue creciente y desproporcionado de elementos, el pintor prácticamente toma posesión de la vivienda, se resiste a dar una fecha de terminación de sus tareas, parlotea sin cesar –yendo de la ceresita y el revoque a la “correlación estética entre el espacio y el color”–, pinta otros cuartos, emerge en medio de la noche... La mujer es más gentil, tiende a justificarlo; el escritor quiere recuperar su lugar de trabajo, el confort perdido, que todo vuelva a la normalidad, quebrada por la presencia del intruso, del forastero que ha abierto una brecha en el cotidiano de la pareja y contribuye a poner en cuestión su vínculo.
¿Es el pintor tan imbancable como lo ve el escritor, o lo que ocurre es que representa al Otro, al sapo de otro pozo y encima se permite exponer opiniones que no cuadrarían a alguien de su oficio? Las relaciones entre los tres se enrarecen: en algunas escenas, el pintor es el lector que juzga al novelista; en otras, el hombre del rodillo juega el rol de amiga (en femenino) de la mujer que le hace confidencias. El invasor va copando terreno, quizás hasta gane la partida que se juega entre rivales –como sucede dentro de la institución matrimonial, según el escritor– que cada día se conocen mejor.
Con un texto atípico de Pavlovsky, que otros directores dejaron pasar sin advertir su inquietante potencial, Elvira Onetto ha realizado una puesta de gran creatividad, con aportes personales tan brillantes como la inclusión del innecesario (para el trabajo) andamio que se arma durante el desarrollo de algún discurso del pintor y que luego oficia de segundo escenario. El espacio del Excéntrico –donde la directora hizo anteriormente con buen éxito Marta y Marta– resulta ideal, con sus paredes verdaderas, para acentuar esta irrupción de lo insólito en un ámbito bien concreto. Asimismo, la presencia de un actor de rasgosasiáticos –Chang Sung Kim– en el papel del escritor, sin que jamás se haga referencia a su etnia, agrega un plus de extrañeza a esta comedia tirando a negra, de un registro singularísimo, de un humor virtual incesante, detrás del cual afloran movilizadores conceptos. Todo en un tono de estilizada levedad, y con un ritmo que Onetto ha sabido encontrar y sostener a través de estas escenas de una casa tomada por un pintor, jugando con los colores, los sonidos metálicos, las texturas, los volúmenes. Y el apropiado recurso de que ciertas acciones físicas vayan mientras que las palabras –hasta que se acaban– toman otra dirección.

Pequeño detalle va los sábados a las 22 en El Excéntrico de la 18ª, a $ 10 (descuento de 50 por ciento a estudiantes y jubilados).

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