Para que los papás adolescentes puedan ejercer su rol con placer, lo mejor que les puede pasar es sacarse de la espalda las mochilas de los estereotipos sexistas. En principio, porque muchos de ellos no consiguen trabajo ni forma de mantener a sus hijos y (aunque en muchos casos esto sea un problema real) no ser proveedores (el rol preadjudicado a los varones) no los inhabilita como papás. Además, si forman una pareja más equitativa la mamá también puede buscar la forma de desarrollarse –estudiando o trabajando– además de cuidar al bebé. Sin embargo, más del 50% de los nuevos hombres siguen creyendo –y cargando– con los mandatos tradicionales de los viejos hombres.
En un estudio de las investigadoras Rosa Geldstein y Marta Schufer, un 37,5% de los jóvenes de entre 20 y 29 años del área metropolitana se definió como tímidamente machistas y un 17% directamente como machistas y, por ejemplo, expresan ideas como que los anticonceptivos promueven la infidelidad femenina y que se justifica pegarle a una mujer en el ámbito doméstico.
En Iniciación sexual y después... Prácticas e ideas de los varones jóvenes de Buenos Aires (editado por el Cenep en octubre del 2002), Geldstein y Schufer muestran que muchos chicos se sienten obligados a reflejarse en el espejo de la masculinidad tradicional ya que, por ejemplo, el 17% de los varones consultados (que, en promedio, se inician sexualmente a los 15,6 años) se sintieron presionados para debutar. A los 16 ya son grandes para no haber tenido sexo. Por eso, todavía una cuarta parte de ellos busca a una trabajadora sexual o una mujer desconocida (les da miedo no rendir frente a una novia o una amiga) para hacer el amor por primera vez.