Vie 09.03.2007
las12

Madre Coraje

› Por Roxana Sandá

Yo sé que algún día voy a encontrarla. Y digo que va a aparecer con vida.” Susana del Valle Trimarco de Verón pronuncia la frase como si se tratara de una sentencia divina, porque no concibe otra realidad para María de Los Angeles, “Marita” Verón, esa hija que cinco años atrás, antes de desaparecer víctima de una red de prostitución en Tucumán, se tragaba el aire a carcajadas por alegre, por madre de una niña que daba sus primeros pasos y porque los Verón siempre se reconocieron como familia de luchadores. Ese destello de virtud es el que le permite a Susana seguir irguiendo la cabeza en una búsqueda que le consume el alma y que, con la curiosa lógica de galardonar el dolor, el miércoles motivó recibir el Premio a las Mujeres de Coraje, otorgado por el Departamento de Estado norteamericano, en Washington y en el marco del Día Internacional de la Mujer.

“Por sus esfuerzos, la señora Del Valle Trimarco de Verón se ha visto envuelta en situaciones de peligro, y hasta se ha disfrazado de prostituta para andar por bares y callejones en búsqueda de alguien que pueda conocer el paradero de su hija”, reza un comunicado de la embajada de Estados Unidos que la nombra entre otras destacadas como una de las “líderes emergentes”.

Hace tiempo ya que no utiliza la estrategia de los disfraces para mezclarse en la piel de esas mujeres esclavizadas o adivinar entre las voces de sus captores algún indicio que la aproxime a Marita. No puede. Su rostro se hizo conocido de tanto desmadejar tramas policiales, judiciales y políticas de impunidad, las mismas redes de encubrimiento que fue desandando en cada provincia recorrida. Una frase reciente sitúa el punto justo donde Susana está parada hoy:

“Creo que hay que dejar de ser hipócritas. A nadie le interesa rascar un poquito más, llegar al fondo de cada una de estas historias. Todos levantan el dedo y condenan, dicen qué barbaridad, las tienen semidesnudas, mugrientas, encadenadas para que no puedan escapar. La cosa queda ahí, en el horror del descubrimiento. Cómo llegaron esas criaturas, quiénes las entregaron, quiénes fueron sus captores, dónde las prostituían, quiénes eran los clientes. Para responder esas preguntas hay que desenmascarar internas del poder y esa puerta no quiere abrirla nadie.”

En Washington consideraron que su drama (convertido en “caso testigo” por el Senado argentino, para fundamentar la demorada ley de trata) era el más digno de destacarse, de abrirles los ojos al mundo sobre una cuestión que ranquea fuerte entre el negocio de las armas y el tráfico de drogas. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, le entregó la distinción por su valentía pese “a las pistas falsas y las amenazas de muerte –advirtió el texto de la embajada–. Trimarco de Verón ha descubierto evidencia de redes de trata que operan en las provincias de La Rioja, Tucumán, Buenos Aires, Córdoba y Santa Cruz y ha rescatado una gran cantidad de víctimas de trata de personas”.

A la fecha debe ser un centenar de mujeres recuperadas en allanamientos de los que Susana participó tratando de adivinar en alguna de ellas las facciones de Marita. Nunca dudó de que en la crispación de sus reclamos podía ayudar a otras parecidas a la sombra de esa hija desencontrada en cada nueva pista.

Está en su agenda regresar a la Argentina para volver a fatigar despachos oficiales con la esperanza de que ese plus que llovió del Norte sirva de abrecaminos para mayores búsquedas. Se lo hizo saber sin palabras, con los ojos, a su nieta Micaela, esa compañera inseparable de apenas siete años, acostumbrada a concentrar los tiempos infantiles en dibujos que ensaya durante horas en los recibidores de funcionarios o en bufetes de abogados. “La chica –relató alguna vez Susana– arranca conmigo a la mañana, corriendo como locas por oficinas de jueces, de comisarios, de funcionarios. Pero cuando llega la noche y nos sentamos al borde de la cama me pregunta cuándo va a ver a su mamá o por qué estamos tan lejos de casa. Y yo tengo que tragarme las lágrimas y decirle que falta poco, que tenga paciencia.”

Trimarco fue ayer la única galardonada del continente americano en una lista de doce premiadas que incluyó a mujeres de Irak, Afganistán, Zimbabwe, Indonesia, Letonia, Arabia Saudita y Maldivas. Viajó con la esperanza de poder denunciar los hechos que investiga ante la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, ya que le recompensan el roce con el peligro que la tiene amenazada de muerte. Y la advertencia le repugna tanto que decidió no detenerse hasta desenmascarar a las mafias que todos los días secuestran mujeres en la Argentina. Aunque para ello deba convivir con la incertidumbre de perder la propia vida.

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