› Por Melina Furman *
¿Qué querés ser cuando seas grande? Seguramente, si esta pregunta se la hacemos a una nena, vamos a obtener respuestas muy distintas de si le preguntamos a un varón: “Bailarina, enfermera, maestra”, “bombero, astronauta, ingeniero”. Tal vez a algunos chicos hasta se les ocurra que les gustaría ser científicos. Y ante esto se impone una pregunta: ¿Cuánto de lo que sucede en las aulas impacta en la formación de identidades y la elección de vocaciones de los alumnos?
La escuela primaria y los primeros años de la escuela media son una etapa fundacional en muchos sentidos. El de la formación de vocaciones es uno de ellos. Un estudio reciente realizado por Jonathan Osborne en Inglaterra muestra que los chicos, tanto varones como mujeres, dejan de interesarse por la ciencia alrededor de los 14 años. Hay algo que está sucediendo (o, tal vez, que no está sucediendo) con la ciencia que enseñamos en las escuelas que hace que el interés de los chicos vaya decayendo a lo largo de los años. Pero, además, a medida que avanzamos en el nivel educativo, en casi todas las regiones del mundo, la participación de las mujeres en las orientaciones científicas del nivel medio y, luego, en las carreras relacionadas con las ciencias y la ingeniería en el nivel universitario va decayendo paulatinamente.
¿Cómo explicar esta diferencia? Comenzar a responder esta pregunta nos lleva a pensar en aquello que se considera socialmente “femenino” o “masculino” y la repercusión de estos modelos dentro del aula. Distintas investigaciones muestran que los docentes tienen expectativas diferentes cuando se trata de alumnos y alumnas en una clase de ciencias, sobre todo cuando se trata de disciplinas como la física y la química. En palabras de la investigadora María Elina Estebanez: “Consciente o inconscientemente se tiende a valorar la importancia de la formación científica más para los niños que para las niñas y a explicar el éxito por la inteligencia en el caso de los niños y por el esfuerzo en el de las niñas”.
Sin embargo, desde el año 2009, el programa Ciencia y Tecnología y Creatividad (CTC) se aplica en 62 escuelas y uno de los resultados más interesantes fue saber que las niñas desempolvaron cajas de herramientas para construir sus propios circuitos eléctricos.
La ciencia nos propone imaginarnos mundos que no conocemos, nos habla de la libertad del pensamiento que no se somete al principio de autoridad sino que necesita ser convencido. La enseñanza de la ciencia, entonces, tiene mucho para decir en la formación de identidades. Depende de nosotros la posibilidad de seguir manteniendo viva esa llamita de la curiosidad y la aventura a lo largo de los años, tanto para los niños como para las niñas.
* Doctora en enseñanza de las ciencias y bióloga. Coordinadora científica del proyecto Sangari Argentina.
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