Una de las mujeres que recibió el pedido de Elsa Godoy en el barrio Ludueña de Rosario fue Vanesa Molina, del Bodegón Cultural la Casa de Pocho (Lepratti), una de las organizaciones sociales del Ludueña, todas estructuradas alrededor de la obra comunitaria del sacerdote salesiano Edgardo Montaldo, que a sus 85 años sigue denunciando la violencia de la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes. En ese barrio trabajaba uno de los diez muertos del 19 y 20 de diciembre de 2001 de la provincia, del que habla la canción de León Gieco, “El ángel de la bicicleta”. Claudio “Pocho” Lepratti era militante social en Ludueña, trabajaba con los chicos en un grupo llamado La Vagancia y al mismo tiempo era empleado del comedor de una escuela en el barrio Las Flores, en el otro extremo de la ciudad. Estaba en el primer piso de la escuela cuando pasó un patrullero. Pocho les gritó “Hijos de puta, no disparen, sólo hay chicos comiendo”. El policía Ernesto Esteban Velázquez se bajó del vehículo y lo acribilló, hace justamente hoy 13 años. El Bodegón de Pocho era su casa, y hoy es una organización social del barrio. Ahí milita Vanesa Molina.
“Elsa Godoy llegó a nosotros a la plaza, cuando se cumplía un año del asesinato de Gabriel Aguirrez”, contó Vanesa. En un barrio donde los jóvenes muertos se cuentan por decenas, el crimen de Gabriel fue un hito. Tenía 13 años, hacía música y le dispararon en la calle cuando festejaba con sus amigos de Newell’s el clásico de fútbol de la ciudad. El 20 de octubre se hizo un acto. “Ella apareció con una foto de su hijo y enseguida nosotros la escuchamos. En primer lugar creíamos que no teníamos muchas herramientas para brindarle, la mandamos a la Secretaría de Derechos Humanos pero, como seguía todo medio lento, ella volvió a venir al otro día a la casa de Pocho. Nosotras trabajábamos con un grupo de mujeres que llevan muchos casos, no exactamente como le sucedió a Franco, pero sí de chicos que son detenidos, que tienen algún problema con la policía, que no van a la escuela, que tienen problemas de adicciones. Somos todas mujeres del barrio. Enseguida pensamos en una conferencia de prensa para el otro día, nos contactamos con un abogado y ahí por primera vez la atendió el fiscal. En todos esos 21 días de búsqueda nadie la había atendido”, relata Vanesa los últimos meses pasados con Elsa, que tiene una familia muy grande en Ludueña. “Ella siempre estuvo muy sola, con sus hijos y su familia, pero para poder soportar y llevar adelante la búsqueda de un hijo, creo que le fue más fácil la ayuda de las organizaciones sociales”, apunta Vanesa. Lo que quiere decir es un grito de todos los militantes sociales. “No soportamos más esta situación de lo que está pasando con los pibes de los barrios.”
Para Vanesa Molina, el hostigamiento policial es sólo una parte. “El miedo surge de cómo se vive en general en los barrios, el hostigamiento policial a los pibes por ser de una clase social”, enumera y cuenta que allí es moneda corriente que “las mujeres son las que van al frente. En los barrios es característico que las mujeres sean las primeras que salen por sus hijos”. No sólo se trata de balas y represión. “También pasan otras cosas, que sus hijos están cagados de hambre, que vivan en ranchos en la vías que se caen a pedazos. La vida debería ser más linda.”
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