¿Alcanzará con los tres cambios que Edgardo Bauza planea hacer para el partido de mañana ante Colombia? ¿Son Gabriel Mercado, Ever Banega y Lucas Pratto soluciones concretas o apenas paliativos para una Selección Argentina sin rumbo ni mando, desprovista de confianza y mentalmente bloqueada? ¿Quién se hará cargo de generar el juego del equipo? ¿Lionel Messi quedará librado a las ocurrencias de su genio o por fin tendrá una estructura que lo contenga y lo potencie?
¿Bauza se juega la ropa mañana en San Juan? ¿Si gana sigue y si empata o pierde lo van?
Nada conformaría más a quien esto escribe que tener todas las respuestas a todas estas preguntas. Pero no es así. Y eso no es lo más grave. Lo más grave que quienes tienen la misión de jugar dentro de la cancha y de pensar o conducir fuera de ella tampoco saben si el choque ante los colombianos que dirige José Pekerman será el inicio de una nueva etapa o el fin de un ciclo que puso en serio entredicho la clasificación argentina al Mundial de Rusia de 2018
Todas las cartas están en el mazo, las mejores y las peores. Porque si algo no transmite la Selección es seguridad. Bauza cambia y cambia, pone y saca, prueba y prueba y el equipo no aparece. Acaso porque antes del equipo debe haber una idea y esa idea, hoy no está y si está aparece difusa, borroneada, perdida entre las dudas de todos. Y los jugadores cuesta reconocerlos. Están casi todos los mejores, los que lo son o al menos los que hasta no hace mucho lo fueron. Los que partido a partido en las diferentes competiciones europeas, en muchos casos brillan y emocionan. Pero que parecen copias desmejoradas de sí mismos cuando cruzan el Océano Atlántico y se calzan una camiseta que debe pesarles diez toneladas a muchos de ellos.
La crisis es una ancha avenida de dos manos. Como no hay una idea clara (“No sabemos a qué jugamos”, dijo Messi sin dudar tras la hecatombe del jueves en Belo Horizonte), tampoco hay funcionamiento colectivo. Y como no hay funcionamiento, quedan crudamente expuestas las dudas, las inseguridades y las angustias de un grupo presionado por no haber podido ganar las tres finales que perdió. Si este grupo creyera más en sí mismo y no estuviera mentalmente tan fisurado, tal vez aparecerían las individualidades. Y esas individualidades al menos disimularían o compensarían el funcionamiento que está faltando porque al técnico todavía no se le ha caído su idea.
A la luz del ensayo de ayer en Ezeiza y más allá del cambio de esquema (pasó del 4-4-2 de Belo Horizonte al 4-2-3-1 que empleó en los cuatro partidos anteriores), para mañana Bauza deja todo casi como estaba. Reconoce que Zabaleta estuvo muy mal ante Brasil, que Banega puede aportar el juego que faltó en la media cancha y que Pratto acaso esté mentalmente más entero que los cuestionados Higuaín y Agüero. Pero quizá debió haber metido el cuchillo todavía más a fondo. Y haberse animado de una buena vez a sentar en el banco a Di María y a romper el doble cinco de Mascherano y Biglia colocando a Fernando Belluschi por uno de ellos o bajando a Banega al medio para que Messi juegue detrás de Pratto y Enzo Pérez sea el extremo por la derecha.
No hay tiempo ni espacio para medias tintas. Si mañana la Selección le gana a Colombia con cierto repunte en su juego, tal vez Bauza pueda encontrar el oxígeno que le está haciendo falta para repensar su tarea y hacer los cambios que estime imprescindibles de cara a los seis partidos de Eliminatorias que se jugarán en 2017. No hay tanto para elegir. En los últimos días, muchísimos nombres se lanzaron al voleo con intenciones diversas. Pero pocos (Mauro Icardi, José Luis Gómez, Santiago Ascacíbar, Franco Cervi) parecen estar verdaderamente a la altura de una chance. Y mucho más en este momento en el que las papas están a punto de quemarse.
Si en cambio empatara o perdiese ante Colombia, ya no habrá futuro para Bauza. Desde las más altas esferas del poder pedirán por su cabeza (si es que ya no la han pedido luego del 0-3 del jueves) y Armando Pérez deberá viajar a Sevilla con un cheque de un millón de dólares en su valija: esa es la cláusula que AFA debería pagar para traer a Jorge Sampaoli. El hombre en el que muchos ya están pensando para rescatar a la Selección del pozo en el que está atrapada, parece que sin salida.
Los constantes cambios de Bauza ayudan tan poco como la falta de una idea
Atrapada por los interrogantes
La goleada del jueves pasado ante Brasil dejó crudamente expuestas las dudas, las inseguridades y las angustias de un grupo presionado por haber perdido tres finales en forma consecutiva. Un triunfo ante Colombia le daría al técnico el oxígeno necesario para repensar su tarea.
Este artículo fue publicado originalmente el día 14 de noviembre de 2016