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Boca es un huracán en desarrollo
Dos lindos goles de Palermo (un zapatazo de zurda y un cabezazo) le permitieron a Boca, que no jugó bien, dar vuelta en el segundo período un partido que se le había complicado mucho en el primero. Huracán de Tres Arroyos, que se había puesto en ventaja con un toque de Gabriel González, tuvo pasajes brillantes en los que bailó a su rival, pero no tuvo contundencia. De todas maneras mereció al menos el empate.
Por Juan José Panno
Huracán de Tres Arroyos es un humilde equipo conformado mitad por chacareros que nacieron y crecieron en el club y mitad por clásicos jugadores de la B, debutantes casi todos en la Bombonera. El modesto Huracán, que en este campeonato sólo le ganó a Olimpo y suma en total 6 puntos sobre 27, contra todos los pronósticos produjo una actuación fenomenal y debió conseguir por lo menos un empate. Se sostuvo atrás con un buen arquero (Pardal) y un central con presencia (Malagueño), controló la pelota en el medio con un cinco prolijo que hace todo fácil (Dragojevich) y un volante creativo de buen toque (Izquierdo), y complicó a la frágil defensa de Boca con la simple movilidad de los dos de arriba (Gabriel González y Claudio García).
Huracán hizo casi todo bien: no se colgó del travesaño, jugó de igual a igual y sin apurarse construyó media docena de situaciones claras de gol. En la primera, en el arranque, Gabriel González definió muy bien sobre la salida de Abbondanzieri, pero en las otras no tuvo potencia ni serenidad para definir. Esa falta de contundencia es una de las claves que explica por qué Boca tuvo la posibilidad de reaccionar hasta quedarse con los tres puntos.
A Brindisi le cuesta encontrar un equipo, pero más le cuesta encontrar un funcionamiento y un buen feeling con los hinchas, que hasta ahora apoyan, pero no mucho. Tras el gol de Gabriel González los de la Doce cantaron: “Dale Boca/ que no ha pasado nada”, un ratito después entonaron “hay que poner un poquito más de huevo”, más tarde, casi imperativos: “huevo, huevo, huevo” y sobre el final del primer tiempo pidieron “que esta tarde/ cueste lo que cueste...”. Si el equipo hubiera jugado en el segundo tiempo como en el primero, capaz que terminaban cantando “la camiseta de Boca/ se tiene que transpirar”.
Voluntad, ganas y predisposición para pelear cada pelota no le falta al equipo boquense; por el contrario, el problema es esa pretensión de querer estar en más de un lado a la vez, atacar desde cualquier lugar de la cancha sin ningún orden y, por lo tanto, ofrecer espacios para la contra rival.
Tan mal jugó Boca en el primer tiempo que, para el segundo, Brindisi metió tres cambios: se fueron los dos laterales y Ormazábal (los tres de flojísimo desempeño) y entraron Cascini, Cangele y Matellán. Nuevas caras y nuevo esquema: del 4-3-1-2 pasó al 3-4-3, pero el cambio principal estuvo dado en que Huracán se asustó un poco y se dejó arrinconar; que Cascini, sin patotear a nadie, se hizo eje a fuerza de presencia; que Cangele abrió la cancha; que los espacios se distribuyeron mejor y que Palermo, quien conserva sus virtudes de goleador, clavó primero un zurdazo recto y después un excelente cabezazo. Ganó Boca y ya se sabe que las victorias suelen tapar todo, pero sus jugadores no deberán olvidarse de lo mal que lo pasaron para iniciar una recuperación real.
Los jugadores de Huracán, por su parte, jamás se olvidarán de la tarde en la que dieron un paseo bárbaro a Boca en la Bombonera y merecieron por lo menos el empate.
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