Lun 31.01.2005
libero

FúTBOL › UNA NOCHE BIEN CALENTITA EN MENDOZA

En el duelo de guapos, el buen juego se impuso a los nervios

Era un partido caliente, con cuentas pendientes de la semana pasada y quedó muy claro desde antes del comienzo del juego. “No seamos boludos, que no nos echen por una patada o por un codazo”, gritó Guillermo Barros Schelotto, uno de los principales involucrados en las polémicas del último clásico, desde la manga antes de salir a la cancha, en una muestra perfecta de lo que se jugaban ambos equipos. Era un amistoso de verano, pero de los dos lados salieron a jugarlo a muerte.
Ya sobre el terreno, los cruces no tardaron en llegar. Antes de los cinco minutos, un posible penal de Domínguez a Palacio derivó en el primer encontronazo, con los dos jugadores cara a cara y a los gritos. Luego llegó el turno del Mellizo. El delantero le robó una pelota de atrás a Tuzzio, que lo bajó con violencia y luego le pateó la cara a su rival en el piso. Era roja para el ex defensor de San Lorenzo, pero el árbitro Oscar Sequeira prefirió repartir una amarilla para cada uno. Con la boca sangrando y con dos dientes flojos, Barros Schelotto siguió calentando el ambiente: “¿Quién me pegó? ¿Fue el cinco?”, le preguntaba con insistencia al banco de River, en clara referencia a los cruces dialécticos y en la cancha que tuvo con Javier Mascherano en el clásico de la semana pasada en Mar del Plata.
Con Boca en ventaja, quedó muy claro el nerviosismo de River, que trató de contrarrestar con golpes el mejor juego de su adversario. Así, jugadores sin demasiados antecedentes violentos como Mascherano o Gastón Fernández recibieron una amonestación por golpes fuertes a sus rivales. Y ni hablar de futbolistas casi con prontuario como Horacio Ameli, que en un momento lo agarró de la nariz a Andrés Guglielminpietro, porque supuestamente el volante de Boca simuló una infracción. Del otro lado, el equipo de Benítez lucía mucho más tranquilo y no entró en tantos roces. Casualidad o no, en la cancha no estaban ni Raúl Cascini ni Rolando Schiavi...
En la segunda etapa, los ánimos parecieron estar mucho más calmados. Siguió siendo un encuentro friccionado, pero River ya no apeló a la infracción como recurso sistemático. Entonces, la única otra expresión de la rivalidad quedó expuesta tras el golazo de Ledesma. El juvenil se llevó el dedo a la Boca en señal de silencio, como para zanjar todas las discusiones. Es que el buen juego que mostró ayer Boca y el nerviosismo que exhibió River no dejaron lugar para las dudas.

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