FúTBOL › MERITOS INDISCUTIBLES
Números contundentes en el marco de un cuadro de buen rendimiento
› Por Juan José Panno
Los seis puntos que le sacó al segundo –Racing– a una fecha del final son toda una síntesis: Vélez sacó la luz suficiente para que no le queden dudas a nadie de sus merecimientos.
Las victorias sobre los cinco grandes es otro dato emblemático: San Lorenzo, Boca, Independiente, Racing y River cayeron sin atenuantes.
Vélez, por si quedan dudas, fue –junto con Lanús– el equipo más goleador (31) y fue el que recibió menos goles (13). También fue el que más ganó (11) y el que menos perdió (2).
El análisis subjetivo de la producción futbolística del equipo encaja perfectamente en el marco de los contundentes números de su campaña. Vélez fue técnicamente mejor que todos, el más práctico, el más efectivo, el más inteligente para regular los partidos, el que mejor combinó juventud con experiencia, y de yapa, cuando pudo, le dio un poco de lustre a su juego.
En el campeonato anterior, con estos mismos futbolistas había alcanzado en la última fecha el umbral del título, pero su empate contra Arsenal en Liniers favoreció la consagración de Newell’s. Ayer, en una definición de un tono parecida a aquélla, se sacó de encima rápidamente cualquier fantasma y desplegó un juego impecable para arrasar a Estudiantes de La Plata en un tiempo. Manejó la pelota, el terreno y los tiempos en toda la cancha con paso de campeón. En noventa minutos, Estudiantes de La Plata sólo tuvo un par de aproximaciones a Sessa y en ningún momento dejó la sensación de que podía oponer alguna resistencia.
Cuatro o cinco estocadas a fondo de Vélez en el primer período significaron tres goles. Medio de carambola el primero (centro shot de Cubero), golazo el segundo (pase de emboquillada de Gracián, precisa definición de Zárate) y clásico el tercero (pase de Bravo, corrida de Gracián y toque de derecha). Vélez pudo ampliar la cifra en el segundo tiempo, pero en realidad, con la cosa resuelta, todos los jugadores sólo estaban preocupados por empezar de una vez con la fiesta.
Ayer, en los 45 minutos de partido, en los únicos que valieron, Vélez mostró en medio del bailongo que le propinó a Estudiantes las virtudes principales que lo catapultaron al título: mucha entrega física, buen funcionamiento colectivo y excelentes rendimientos individuales.
Jonás Gutiérrez, dueño del andarivel derecho, fue uno de los más regulares en el campeonato, importante por su tranco largo imparable y por su generosidad para atacar y defender con idéntico entusiasmo. Lucas Castromán –que se ganó la titularidad en la séptima fecha, en el partido contra Boca– fue vital desde entonces. En realidad aquel partido había sido un punto de inflexión en la campaña. Hasta ahí, 8 puntos sobre 18; desde ahí, 29 sobre 36. El goleador natural del equipo, Rolando Zárate, estuvo ausente por lesión en varios partidos, pero apareció ayer para concretar magistralmente el segundo gol, el séptimo suyo en el torneo. Castromán, encargado de los penales, rindió como delantero tanto como suele hacerlo como volante y conquistó ocho goles. Bravo y Gracián aportaron el indispensable toque de creatividad y fantasía; Fuentes y Pellegrino le dieron consistencia en el fondo; Cubero y Somoza juntaron todas las líneas y Gastón Sessa, que bajó convenientemente el perfil y el nivel de exposición, le bajó la cortina al arco.
Miguel Angel Russo, que había encontrado un equipo armado, necesitó un poco de tiempo para encontrar la ruta. Cuando lo logró, Vélez se deslizó en una autopista hacia el título.