Signos y señales
Con los años, la semiología futbolera –tarjetería penal aparte– se ha hecho cada vez más compleja. Culpa o gracias a la tele, no basta jugar y/o cobrar y/o dirigir desde el borde de la cancha sino que hay que actuar, representar las acciones para un espectador atento. Si el lineman es un señalero de aeropuerto que suele provocar aterrizajes forzosos y salidas de pista en la tribuna, los técnicos son alevosos mimos callejeros siempre dispuestos a pasar la gorra por si los despiden ya o mañana a más tardar.

Todo por ella
Hay siete cabezas, pero se distribuyen tantos pies y pantorrillas como para suponer que hay alguno más en escena. Ella, el motivo, la única indispensable, la razón por la que se agitan y forcejean todos estos varones, no está. Aunque por la mirada de Talamonti desde el fondo y el despatarro en caída del negro Cáceres después de despedirla, la pelota debe andar bien arriba a la izquierda de la imagen, lector. Y sin ninguna gana de volver, seguramente.

Martín Tocador
Se sabe que al fútbol se juega con cualquier parte del cuerpo menos con la mano. Pero nadie habló del festejo. Ahí las manos se imponen, desbordan, se dan todos los gustos que el reglamento les reprime. Y éstas son las escenas que hacen que minas que sólo miran ocasionalmente fútbol digan, con gesto triunfal de descubrir la pólvora: “Ves que son todos unos trolos...” Y uno qué les va a decir. Si Palermo es capaz de tirarse de cabeza a los pies, qué no podría llegar a hacer con las manos.

El agrande del Pocho
La confianza (y los gritos) que le dio Basile hicieron que Insúa, tras un comienzo vacilante de vertiginosa imprecisión, de a poco acertara cada vez más seguido en la compleja tarea de entregarles la pelota a los que tenían su mismo color de camiseta y –llegado el raro caso– en ponerla entre los tres palos y el piso del arco rival. Incluso dio varios pases gol y hasta la embocó él mismo con frecuencia y llamativa variedad de recursos y de dedos sobre el final del torneo. Todo hizo que se sintiera dueño de la pelota ante el Pipa Estévez y que se dispusiera a metérsela entre cantos al homólogo diez banfileño. Excesos de agrande.

Toco madera
Momento preciso en que el entrenador no entrenado de River, Reinaldo Carlos Merlo, se dispone, en la cancha de Racing, a tomar contacto carnal con el banco dispuesto ad hoc para los responsables técnicos visitantes. El técnico va a tocar madera y ya Daulte lo acompaña en el movimiento. “Me siento bien” les dijo Mostaza a los fotógrafos. Se refería a cómo se sentaba, no a cómo se sentía. En el regreso al Cilindro y desde otro banco, a Paso a Paso no le cabía un alfiler.

Apuntá para otro lado...
El colombianito Falcao trajo goles, frescura y desparpajo a la momificada ofensiva riverplatense. A la hora de festejar, disparó (de correr) por la pista circundante y disparó (de hacer fuego) con metafórica metralleta, una modalidad desagradable que inauguró hace años el Bati. En todo caso, pibe, si querés festejar, festejá; pero guarda para dónde tirás...

El teorema de Bilos
Dadas las habituales variables B (Bilos); Rs (rivales); V (velocidad); D (distancia); P (pelota); p (pie); c (cabeza); â (ángulo del campo); h (altura), tómese a B en tres cuartos de cancha con P al p lanzado a una V creciente en movimiento paralelo a la raya lateral izquierda seguido por ristra de Rs infructuosos, llegada a â, centro atrás, rebote con P quesale hacia arriba, alcance h de varios metros hasta que comienza caer a V acelerada y B la va a buscar en concurrencia de c de Rs con p en chilena, y no consigue impactar pero sí buena foto.