FúTBOL › EL ROJO JUGO MUCHO MEJOR Y YA ESTA PUNTERO
El equipo de Falcioni, que se impuso con un tanto de Bustos Montoya, redondeó un gran primer tiempo ante un rival muy flojo y pudo definirlo por goleada, pero entre los excesivos lujos de Agüero y la tarea de Saja no lo pudo conseguir.
› Por Daniel Guiñazú
El único pecado que cometió Independiente fue no haber definido el partido a tiempo. Tuvo un montón de situaciones para estirar el resultado bastante más allá del 1-0 final. Pero algunas exquisiteces de más de Agüero a la hora de definir, algunos manotazos acertados de Saja y cierta desidia generalizada en la segunda etapa lo mantuvieron vivo a San Lorenzo hasta el último momento. Si Independiente sufrió un poco (no mucho) fue porque quiso que así fuera y no porque el equipo que Gustavo Alfaro todavía tripula sobre aguas turbulentas haya sido un rival de cuidado. De todas maneras, nada puede empañar esta alegría roja. Falcioni ha puesto a los suyos en el primer puesto de la tabla y la gente, con sus voces, parece haber inaugurado un idilio con los jugadores que durará, como siempre, lo que duren las buenas actuaciones y los buenos resultados.
Sólo en el arranque, San Lorenzo dio pelea de igual a igual. Apenas en los diez minutos iniciales pareció que complicaba presionando bien arriba con sus volantes metidos en el campo rojo y con su defensa bien cerca de la espalda de los mediocampistas. Pero bastó con que la magia de Agüero explotase por primera vez, para que San Lorenzo se derrumbara. El gol de Bustos Montoya (un lateral que Lorgio Alvarez sacó desde la izquierda y que Herrón le bajó de cabeza al goleador para que fusile a Saja desde el área chica) aterrizó pronto. Los méritos se hicieron después.
Cuando Independiente apretó la pelota contra el piso y la movió sobre los costados. Cuando Machín, Herrón, Biglia y Armenteros pusieron en evidencia, con su dinámica y su buen manejo, la pesadez y la intrascendencia de Andrés Pérez, Verón, Ferreyra y Darío Bottinelli, sus colegas azulgranas. Y cuando Agüero hizo lo que no pudo hacer una semana atrás ante Lanús: poner el cuerpo, anticipar, girar y encarar a Walter García y a Pereyra, los dos centrales de San Lorenzo que, a su lado, parecieron lentos y sin reacción. Si Agüero hubiese estado certero para definir, la goleada hubiera decantado ya en el primer tiempo. Pero Saja le tapó un mano a mano, después le desvió un derechazo que dio en un poste y que Abraham se llevó por delante y mandó afuera, y por último, Walter García rechazó casi sobre la línea un tiro suyo, luego de que Saja pasara de largo en un par de amagues.
Independiente se llamó a descanso en el segundo tiempo. Dejó de hacer y lo dejó hacer a un San Lorenzo que quiso removerse la mediocridad poniendo a Ulloa por el paraguayo Cardozo, al colombiano Molina por Verón y más tarde, al debutante Rivero por el inexpresivo Darío Bottinelli. Pero el festival de pelotazos que lanzó lo único que logró fue dejar en claro su rotunda impotencia para construir fútbol. Un dato: mientras Falcioni metió sus tres cambios en los ocho minutos finales del partido, Alfaro agotó sus tres variantes antes de la primera hora de juego.
Por eso, nunca corrió peligro la victoria roja. Si Agüero no hubiera querido definir de lujo cada jugada, si todo lo bueno de aquel primer tiempo se hubiera reiterado en el segundo, el 1-0 hubiera sido más expresivo. Porque las diferencias que hubo entre Independiente y San Lorenzo superaron las que suelen existir entre un equipo que es mejor el otro. Fueron las que se dan entre un equipo que está convencido de lo que sabe y lo que puede, y otro que sigue sin encontrar su rumbo, su razón de estar dentro de una cancha.
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