Lun 22.05.2006
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FúTBOL

La historia del ex comisario general que custodia las espaldas de Grondona

Carlos Alberto Capuchetti fue titular de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana y ahora se ocupa de que todo esté en orden en la casa del fútbol. Fue uno de los responsables de la represión en Brukman y tiene una excelente llegada al presidente de la AFA. Fuentes de la entidad aseguran que probablemente viaje al Mundial de Alemania.

› Por Gustavo Veiga

Julio Grondona presume de que anda por ahí sin custodia, pero igual tiene quien le cuide las espaldas. Se trata del ex comisario general Carlos Alberto Capuchetti, quien integró la cúpula de la Policía Federal hasta junio del 2003. Retirado como titular de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, observó que la AFA podía engordar de manera sensible sus ingresos y, sin escalas, se puso a las órdenes de su nuevo jefe, quien no luce uniforme, pero sí el tradicional anillo con la inscripción “Todo pasa”.

Un duro, el hombre que se relacionó con el viejo dirigente cuando discutían los costosos operativos para el fútbol, no sería ajeno a la pesquisa que la AFA y la Subsecretaría de Seguridad en los Espectáculos Futbolísticos se vieron obligadas a hacer por un convenio de cooperación entre los gobiernos de la Argentina y Alemania: investigar los antecedentes judiciales de una extensa lista de viajeros, donde conviven políticos, funcionarios, empresarios de medios de comunicación, economistas, abogados, ex futbolistas, periodistas y, por supuesto, nuestros obstinados barrabravas. En la nómina, todos figuran con sus respectivos nombres y apellidos, fecha de nacimiento y número de documento (ver recuadro).

Capuchetti cambió el Departamento Central de Policía y las comisarías donde revistó como oficial por las remodeladas oficinas de la AFA, a donde asiste casi con frecuencia diaria. Una de las fuentes consultadas para esta nota –entre varias del Comité de Seguridad Deportiva y el Coprosede bonaerense– adelantó: “Es muy posible que viaje a Alemania”. Allí, la presencia uniformada se vería reforzada por una delegación que contará con casi una docena de efectivos de la Federal en actividad.

El ex comisario nada tiene que ver con las tareas de seguridad que venía desempeñando en la AFA el suboficial retirado José Pantano, quien fuera trasladado al predio de Ezeiza y en la actualidad atraviesa un delicado problema de salud. Su alta jerarquía, coinciden todos los testimonios, le habría permitido moderar las pretensiones policiales hacia el fútbol cuando no había acuerdo por los gravosos operativos contra la violencia. Capuchetti, en varias ocasiones, asistió a las reuniones del Comité de Seguridad como representante de la Policía Federal. Y siempre se mostró receptivo a las inquietudes de Grondona.

Su predisposición a escuchar las quejas del patriarca le permitió ganarse su confianza. El dirigente ya recelaba por el pago de adicionales que, en otros tiempos, lo sacaron de las casillas y hasta provocaron una denuncia judicial que originó el procesamiento de varios comisarios. Corría abril del 2001 cuando el periodista Carlos Estrada acusó a altos cuadros de la fuerza y al por entonces secretario de Seguridad, Enrique Mathov, por defraudar a los clubes con operativos inflados. El ex juez Mariano Bergés, quien subrogó aquella causa, procesó a siete policías y, entre ellos, al comisario general Oscar Lissi, el tercero en la jerarquía de la Federal.

Fue así que Capuchetti reemplazó de manera provisoria en la Superintendencia de Seguridad Metropolitana a su colega investigado, por orden de Rubén Santos, quien sería el jefe de la fuerza durante el trágico diciembre del 2001. De las investigaciones judiciales por los asesinatos policiales cometidos aquel mes entre manifestantes que intentaban llegar a la Plaza de Mayo, se desprende que Capuchetti sufrió un curioso accidente. Tropezó con la manguera de una autobomba, se cayó al suelo y quedó lesionado. Sus superiores lo reportaron como un herido en las refriegas del Congreso cuando, en realidad, se averió cerca de la Plaza de Mayo.

Pese al contratiempo, continuó en el mismo cargo, en momentos de extrema tensión política y social. A cinco meses del asesinato de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, intentó cachear a 12 mil manifestantes que marchaban desde Avellaneda hacia el centro para pedir justicia, siguiendo órdenes de la jueza María Romilda Servini de Cubría. También fue uno de los responsables de la represión a los trabajadores y militantes que ocupaban o adherían a la toma de la textil Brukman, en el barrio de Once.

El comisario general, quien ahora custodia que todo esté en orden en la casa del fútbol, también se encargaba de los operativos de cancha. Acaso el de mayor despliegue en todas las épocas se produjo el 19 de agosto de 2002, cuando jugaron Racing e Independiente en el estadio de River. Unos 2300 efectivos, entre federales y bonaerenses repartidos desde Avellaneda hasta Núñez, le permitieron decir: “Seremos severísimos ante el mínimo desorden que ocurra. Estaremos en todos los puntos clave. Y no vamos a escatimar esfuerzos para controlar y reprimir a los agresores”. Capuchetti dixit.

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