FúTBOL
› Por Juan José Panno
Domingo a la mañana, tempranito. Arrancamos para Saint Pauli, el barrio más popular de Hamburgo, visita obligada según todas las guías turísticas, fugaz para estos enviados. La ciudad duerme después del sábado de cerveza corrida. Bueno, no todos duermen: algunos empleados de porno-shops ya abrieron las puertas de su negocio. Entramos a uno, con la excusa siempre válida de la curiosidad periodística. Lo que miramos no resulta demasiado conocido: hay aparatos raros, algunos luminosos, otros de doble, triple y cuádruple faz. Tools, está escrito en una especie de góndola. No es alemán sino inglés y significa “herramientas”, pero no son tenazas, ni martillos. Son lo que se dice porno-herramientas. Las hay de todas las pulgadas, de todos los pies, hasta de media yarda hay. Lo que miramos no es conocido, pero lo que escuchamos sí nos resulta familiar: es gente que habla español. Son cuatro jóvenes que no llegan a los 30 años. Parecen argentinos porque uno lleva puesto una camiseta celeste y blanca de las viejas de Le Coq Sportif, y porque hablan. Dice uno:
–Che, vámonos de acá, a ver si nos ve alguien mirando estos zocotrocos...
Responde otro:
–Sí, mejor rajemos, mirá cómo nos miran los dos chabones que entraron recién...
Parecen y son argentinos, claro. Les decimos que no se preocupen, que nosotros también entramos como quien no quiere la cosa. Cuentan que viven en Barcelona, que se vinieron especialmente para el partido y que van a tratar de seguir viaje para el próximo en Gelsenkirchen. Hablan del susto de los últimos diez minutos, preguntan si no sabemos por qué cuernos Pekerman no pone a Messi y Tevez, y relatan que el sábado se quedaron fuera del estadio muchísimos hinchas tratando de conseguir una entrada hasta último momento. Pronto se suma a la rueda otro argentino, que también había entrado como quien no quiere la cosa y cuenta que está viajando con sus hermanos en una especie de casa rodante que alquilaron por cien euros diarios. Dice que se ahorran hotel y comida, que resulta agotador dormir apretado, “pero todo sea por Argentina”.
Nos despedimos y seguimos de recorrida por la zona, pero ya camino hacia el predio donde funciona la Fan Fest, la fiesta de los hinchas (ver página 5). En una vidriera se ven más herramientas y en el medio de ellas una camiseta de Brasil. Greco pregunta ingenuamente:
–¿Qué tiene que ver una camiseta de Brasil acá?
Uno de los argentinos que acabábamos de conocer y viene caminando detrás ilustra:
–Es simbólico. Quiere decir que los brasileños se los van a comer a todos.
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