FúTBOL › MUNDIAL EN LA FAN FEST, PARA LOS HINCHAS
› Por Juan Jose Panno
Desde Hamburgo
En un predio de unos mil metros cuadrados, similar a lo que podría ser la mitad de La Rural de Palermo, en la periferia del barrio de St Pauli, funciona desde hace un par de días y hasta el final del Mundial la Fan Fest, la fiesta de los hinchas. El corazón es una pantalla gigante en la que se pueden ver todos los partidos del Mundial. Unas trescientas personas, en su mayoría hinchas identificados con colores naranja, casi todos parados, se reunieron en el mediodía del domingo a ver el partido Holanda-Serbia y Montenegro.
Entre la transmisión a contraluz y el sol a pleno sobre la pantalla en realidad había que adivinar el partido. De todos modos se podía ver en acción a Robben, el único distinto, dibujando gambetas sobre la izquierda. Por supuesto, los de camiseta naranja explotaron cuando llegó el único gol, pero había algunos serbios también que se quedaron con el grito atragantado en un cabezazo de Kezman, en el primer tiempo.
En torno de la pantalla gigante hay 32 puestos, cada uno de los cuales representa a los equipos que participan del Mundial. En el de Argentina hubo que preguntar qué era eso que están cocinando que se parece a un bife de cuadril con chimichurri y contesta en dudoso inglés un muchacho con cara de turco:
–I don’t speak spanish.
Un rato más tarde aparece un veterano, dueño de un café ubicado en el centro de Hamburgo que cuenta que hace más de veinte años que vive en Alemania y que cada uno de los puestos fue asignado a gente vinculada con las autoridades locales. La mayoría de los que atienden son alemanes. En el local de España, sin embargo, un joven de Barcelona cuenta que le pagan 7 euros por hora, 56 por día, lo cual lo pone muy contento, pero como buen catalán se queja de que el dueño del local lo obliga a ponerse una camiseta de España.
Además de los puestos mundialistas se ven algunos resabios de antiguas kermesses pueblerinas. Hay un clásico tumbalata y un jueguito consistente en meter una pelota de verdad, en dos pequeñas aberturas ubicadas a una distancia de diez metros. Penal sin barrera al ángulo. Seis tiros por dos euros y medio. El que las mete todas se gana 300 euros; el que no, se lleva un chupetín; el chupetín más caro del mundo.
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