El regreso era esperado con mucha ansiedad. Sobre todo por el afecto que provoca en los hinchas de River. Como Ariel Ortega atraviesa un momento muy particular en su vida, el público quería tenerlo cerca cuanto antes. Y un campo de juego, donde él mejor se desenvuelve, era el sitio ideal para el reencuentro. Seguramente el jujeño ni se imaginó cómo sería la manera en la que volvería a correr detrás de la pelota, pero sin duda, la de ayer no la olvidará fácilmente. Su equipo no podía ante un ordenado Quilmes, y así la punta del torneo quedaba un poco más lejos. Pero en tiempo de descuento, Ortega hizo su aparición para conectar un envío desde la derecha, y marcó el único gol con el hombro y parte de su antebrazo.

Pero Ortega tampoco concibió que ese tanto provocaría tantos problemas en el Sur, que desencadenaron un nuevo estallido de violencia. La reacción de los propios jugadores de Quilmes contra el árbitro Daniel Giménez, que convalidó ese tanto a instancias del juez asistente, también sirvió para que los hinchas locales desaten su furia no sólo contra Giménez sino también contra los simpatizantes de River.

Todos esos amores y odios provocó Ortega. Para que la noche de ayer no haya sido una más. A él no le importó con qué parte del cuerpo le pegó a esa pelota, sino que sólo quería vivir nuevamente las sensaciones que le generan el hecho de estar dentro de una cancha. Y así la felicidad se le reflejó en el rostro segundos después de que Giménez marcara el final, cuando fue saludado por todos sus compañeros.

El tiempo anterior volvió a exhibir a un River sin claridad para llegar al arco rival, y a muchos de sus jugadores en un nivel bajo. Inclusive, Quilmes no fue superado en el desarrollo del juego, y habría sido más justo que por lo menos consiguiera un punto. Un camino por el que insistió el local fue con los remates de media distancia. Entre Medina, Ibáñez y Esteban García se encargaban de exigir a Carrizo por esa vía. En todo el primer tiempo River consiguió una sola oportunidad para convertir, pero Farías cabeceó por arriba del arco cuando nadie lo marcaba.

Como River no daba respuestas, desde el primer minuto del segundo tiempo la gente comenzó a pedir por el ídolo. “Poné al Burrito//la p... que lo parió”, se escuchó desde la popular visitante. Y cuando el equipo intentaba adelantarse un poco más en el campo, Passarella decidió el ingreso de Ortega, a los 23 minutos. Pero el delantero no podía alejarse de la irregularidad de sus compañeros. Y más allá de que Grosso tuvo que aparecer un par de veces para salvar al local, River en ningún momento demostró superioridad sobre su adversario. Si hasta Quilmes tuvo sus oportunidades en los pies del ingresado Kalinski, que dudó cuando tuvo que enfrentar a Carrizo.

De esa confusión tampoco escapó el debutante Rosales, a quien se lo vio muy lejos del nivel que tuvo en Newell’s antes de irse a Europa. Inclusive, se fastidió con sus propios compañeros porque no lo habilitaban con continuidad. Pero el desahogo final estaba preparado para el hombre que a esta altura es incondicional para su gente. El desahogo llegó con aquel gol polémico. Y con él quedó atrás esa salida en soledad para abandonar la pretemporada en Mar del Plata. Pasaron dos meses para que la alegría se apoderara de él. Ortega regresó y generó muchas cosas para propios y extraños. De las buenas y de las otras.

Estadio: Quilmes.

Arbitro: Daniel Giménez.

Gol: 90m Ortega (R).

Cambios: 65m B. Montoya por Torres (Q), 68m Ortega por Sambueza (R) y Kalinsky por Saavedra (Q), 78m Lima por Ahumada (R), 81m Batalla por Ibáñez (Q), 85m Galván por Rosales (R).