FúTBOL › YA PASO CHILE, AHORA VIENE VENEZUELA. ¿QUE DEJO EL DEBUT?
Por Juan Jose Panno
En el haber, después del debut en las Eliminatorias, hay mucho para anotar. Anotemos: la convicción de Basile (que lo llamó a Riquelme), la calidad técnica desequilibrante de Riquelme, la habilidad de Messi, la búsqueda de Tevez, la energía de Mascherano para hacerse dueño de la mitad de la cancha, la solvencia de los marcadores centrales, la vigencia de Zanetti, la polenta de Heinze para sorprender en las apariciones ofensivas, la serenidad de Abbondanzieri, algunos encuentros con pases de corta y media distancia de Cambiasso-Riquelme-Messi, la presencia masiva del público que llegó al Monumental con la ilusión renovada después de la frustración de no haber ganado la Copa América, la tranquilidad que da debutar con una victoria en cualquier competencia.
El entrenador de la Selección Argentina convocó a Riquelme sabiendo que podía quedar muy expuesto si el jugador, guardado en un freezer español, se mostraba previsiblemente falto de fútbol, más lento que de costumbre y toda esa andanada de críticas que tenían preparadas los detractores (los del crack y los del DT, que querían matar dos pájaros de un tiro). Riquelme no necesitó hacer el Topo Gigio. Si tenía algún mensaje para mandar lo hizo con dos espectaculares chanfles. Tal vez se le pueda achacar alguna responsabilidad al arquero chileno en el primero, pero no en el segundo, que fue golazo por donde se lo mire, especialmente si se mira desde atrás, desde donde se ve mejor la curva que tomó la pelota antes de meterse. Los próximos rivales se van a cuidar muchísimo de cometer faltas en las cercanías del área, lo cual potencia las posibilidades ofensivas de Messi y Tevez. Riquelme deslumbró más por los tiros libres que por su función como enganche, aunque en el partido con los chilenos metió un buen remate de media distancia, dos pases en profundidad de su sello y se encontró tres o cuatro veces con Messi. En el debe hay que anotar que fueron pocos. Si se buscaran un poco más cualquier rival los va a padecer. Una parte de la responsabilidad es de Román; la otra de Messi, que a veces abusa de su habilidad. De todos modos Basile hace muy bien en no reprimirlo demasiado. El dribbling de Messi (para usar terminología basileana) es vital para abrir cualquier partido. Será cuestión de no caerle con todo (aquí hay una natural tendencia a ello) cuando la gambeta no termine en gol. Messi, no hay que olvidarlo, tiene 19 años y mucho para crecer.
Los signos positivos de la producción argentina pudieron advertirse en todas las líneas, después de hacer la necesaria salvedad de las limitaciones de un rival que dio ventajas y puso más voluntad que juego.
Atrás, Demichelis está rindiendo examen de una materia muy difícil: reemplazo de Roberto Ayala. Cumplió. Y renovó el crédito. Milito también respondió fenómeno. Está bien que no se hayan generado dudas en el centro de la defensa. Zanetti sigue cosechando muestras de afecto del público, que el sábado lo mimó mucho. Algunos quites y un par de mandadas vistosas complementaron su sobriedad en la marca. Y del otro lado, Heinze (un invento de Bielsa, no debe olvidarse) mostró que está para consolidarse en el puesto.
En el medio, Mascherano marca, recupera, lo hace todo fácil. Se siente cómodo con Maxi y Cambiasso a los costados y no tiene problemas en bailar con la más fea. Maxi y Cambiasso fueron los de más bajo puntaje, aunque en algunos pantallazos mostraron que saben, pueden y deben estar en el equipo. Lo mismo que Tevez, que mereció convertir un gol en una jugada de su sello, con gambeta lateral de izquierda hacia el medio y remate al arco. Se puede jugar con Tevez y Messi, sin un pivot en el área; se puede llegar tocando por abajo, aunque los goles del sábado hayan sido de pelota parada. Todas las virtudes expuestas ante Chile tal vez se renueven mañana contra Venezuela. Ojalá.
Por Daniel Guiñazu
Deslumbrados como hemos quedado después del glorioso regreso de Riquelme anteayer en el Monumental, puede resultar de aguafiestas ponerse a analizar qué es lo que tiene que mejorar el seleccionado de Basile. Pero es preciso hacerlo. Porque la actuación no fue inmejorable. Hubo algunos puntos flojos. Y los partidos más exigentes están por venir. En principio, no será fácil ganarle a Venezuela mañana en la caliente ciudad de Maracaibo. Y tampoco lo será la visita a Colombia, el martes 20 de noviembre, en Bogotá.
Tal vez sea la defensa el sector que haya que pulir con mayor urgencia. Por los costados, Chile halló huecos por donde llegar. Dos veces en el primer tiempo, Matías Fernández puso pelotas a las espaldas de Heinze para las corridas de Gonzalo Fierro que provocaron alguna inquietud en el fondo argentino. Y en la segunda etapa, no se relevaron bien algunas subidas de Zanetti y por su banda, Mark González pudo filtrar algunos contraataques. En función de lo que pasó, los errores no fueron decisivos. Con otro equipo más picante arriba, la historia tal vez pudo haber tenido un color diferente.
También en la zaga central quedan cosas para corregir. No jugaron mal Demichelis y Milito. Es más: Demichelis ratificó que, por ahora, es quien mejor califica para ganarse la titularidad que Roberto Ayala ostentó por más de una década y un centenar de partidos. Pero del trabajo de ambos surgieron fisuras propias de dos jugadores que todavía deben conocerse. En los cuarenta y cinco minutos iniciales, la movilidad de Suazo, saliendo del medio hacia la derecha, los desacomodó un poco. En el segundo tiempo, por el medio de los dos, Marcelo Salas pudo filtrar algunos piques. Necesitan sincronizar mejor quién sale y quién se queda. Y necesitan hacerlo a la brevedad. En un equipo tan lanzado al ataque y en el que sólo Mascherano (y en menor medida Cambiasso) da pelea por la recuperación, es vital que la pareja de marcadores centrales otorgue garantías de solidez. Mucho más si tiene amplios espacios por defender.
Otra deuda tiene nombre y apellido: Lionel Messi. Y no porque el crack de Barcelona haya defraudado a la multitud que lo fue a ver. Cada carrera suya de las puntas al medio eludiendo cuanta pierna se le cruzase despertó rumores de asombro. Cada vez que tocó la pelota, Messi electrizó el ambiente, dio ganas de gritar y aplaudir. El problema es que se le exige más por lo que puede llegar a ser y por lo que va a llegar a ser, que por lo que realmente es. Y siempre, aun cuando juega bien, queda la sensación de que ha entregado menos de lo que de él se aguarda.
Quizá con la camiseta de la Selección, Messi sienta que en cada pelota tiene demostrar que es el mejor de todos y eso lo lleve a exagerar las maniobras individuales y a no darles a algunas jugadas la resolución que las circunstancias aconsejan, chocando cuando lo recomendable es pasarla. Tal vez, allá haya un equipo que lo rodea y lo libera de presiones y aquí, no. En una de ésas, se trata de una cuestión mucho más simple de maduración humana y futbolística. Pero algo aparece claro: Messi no termina de ser, en la Selección, el jugador determinante que es en Barcelona. Basile deberá trabajar para que así sea.
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